RETO ELDE - 18

Cambio de roles. Elige una novela e intercambia los papeles de los personajes principales con los secundarios para crear una nueva ficción. Me di cuenta ya tarde que mal interprete este reto. Lo dejé así, porque ya no quise hacer otro. La saga de Harry Potter es la mejor novela que he leído. Como fan incondicional de ese mundo mágico, me fue de inspiración escribir este fanfiction/crossover con Daphne Kan. 


[Cedric Diggory, Luna Lovegood  y Edward Lupin son propiedad de J.K Rowling]


Habían pasado varios años desde que comenzaron en la búsqueda de su compañera en la inmensidad del universo. Por fin, los chicos habían dado con su paradero, nada menos que, en el hogar de una de las civilizaciones más antiguas de la Tierra: Egipto. Cedric Diggory sabía con certeza que estaría en el monasterio Xois. 


—¡Allí está! —gritó Luna Lovegood dejando escapar un grito ahogado de asombro. 


Cedric corrió hacia Daphne que yacía desmayada a la salida del monasterio. De inmediato, Edward Lupin se acercó y usó su proyección astral para entrar al cuerpo y sanarlo de sus heridas y golpes recibidos. Después de unos segundos, Daphne abrió los párpados, sobre ella se encontraba el conocido rostro de Cedric Diggory. La cara de su antiguo ex novio exhibió una amplia sonrisa. 


—Me alegro de volverte a ver.

¿Puedes sentarte?  —preguntó sonriente.  

—Creo que sobreviviré. Gracias, Edward. ¡Eres un sol! —dijo ella, poniéndose de pie.


En ese momento, se dió cuenta que no tenía la gema de Ónix, sólo el Grimorio. 


—¡La gema! No recuerdo haberla guardado de nuevo en mi mochila. ¡Debo regresar! 

—Espera, te acompañaremos. También estamos aquí por ella.  —dijo, Cedric.

—¿Qué… ? 

—Necesitamos de tu ayuda. La magia violácea de la gema, es la única esperanza para rescatar a nuestro Druida de las profundidades del océano rojo.

—¿Quién se atrevió a desafiarlos? 

—Es una larga historia. —respondió, Edward. 

—Esta bien. Lo importante es conseguir la gema. —respondió, Daphne. 


Después de eso, los cuatro entraron en el monasterio. Daphne los llevó directo al pasadizo.  

  

—Necesito una cuerda.  —dijo, mirando la profundidad del agujero.


Luna la hizo aparecer con su uña de zafiro. Cedric y Edward fijaron el cabo a dos columnas para que Daphne descendiera. Cuando tocó el fondo comenzó a escuchar el batir de unas alas, eran las alas de un pequeño Dracónico, que desde una esquina la miraba asustado. Ella enarcó las cejas, tenía que darse prisa, la madre no estaría lejos. La gema estaba a unos centímetros del pequeñuelo. Cuando ella se acercó, de presto, el dragoncillo se la tragó.


—¡Nooo! ¡Demonios! Ahora tendrás que venir conmigo.  —gruñó, mientras batallaba por atarlo a su espalda.  Luego tiró de la cuerda, y los chicos comenzaron a jalar hasta que la sacaron a la orilla. 


¡No debistes traerlo contigo! Seremos perseguidos por la enfurecida madre. —espetó, Luna.

—¿No es adorable? —dijo, sonriendo. —¡A pesar que se tragó la gema! 

—¡Diablos! Como vamos hacer para sacarla de su barriga. No podemos usar nuestra magia contra él.  —dijo, Edward con frustración. 

—Pero existe otra manera. Vamos por ese pasadizo, no es tan largo. 

—Daphne, estamos en peligro, y tú te crees la Tomb Raider. ¿Adónde rayos nos quieres llevar? —replicó Luna, en un arranque de celos y rebelión. 

—Descubrí antes de venir al monasterio, que en ese pasadizo se encuentra la Flor del Equinoccio. Solo el hechizo de sus pétalos puede ayudarnos.  —explicó, señalando el umbral. 


Cedric aceptó con un movimiento de cabeza. 


Caminaron por aquel largo, húmedo y oscuro pasadizo repleto de musgo. Conforme iban avanzando unas salamandras oscuras y escurridizas los siguieron en silencio por las paredes. A mitad de camino, una fuerza negativa los bloqueó, el cual, los alertó de una magia maléfica. 


—¡Anillos kineticos!  —grito, Cedric. Los tres magos hicieron un círculo dejando a Daphne en medio. Luego, unieron sus anillos y cantaron:  —¡Liánhuā! Unidos permaneceremos. Divididos caeremos. ¡Liánhuā!  


—¡De prisa, Luna, abre el portal!  —


De súbito quedaron envueltos en el espíritu de una bruma azul, que se los llevó a otra dimensión. 




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