Crónicas de Serendipity


¿Quién será el valiente en bajar primero? —preguntó Zarth.

Ya sé, no tienen que decirlo, iré yo —rezongó el pelirrojo.

Garth se internó en el hueco. Zarth exhaló un largo suspiro y lo siguió, con la Drinfa pegada a sus talones.


Uno a uno fueron bajando por la concavidad.


El capitán fue el último en salir al otro extremo. Pero de repente, algo o alguien le sujetaba el tobillo. En un gesto instintivo bajó los ojos hacia su enemigo y descubrió qué era… ¡Una mano fria! Surgida del hoyo, había cerrado sus huesudos dedos en torno a su pierna y absorbía su energía. Aterrorizado, vio que su pie empezaba a hundirse en el aterrador hueco. El dolor era insoportable, profería alaridos agónicos. Propinaba frenéticos puntapiés a las afiladas uñas, destinados a obligarla a soltar su maltrecho tobillo, pero el fantasmal atacante no cedía.


Björn le lanzó de inmediato el látigo de plata, ¡Sosténlo fuerte! le urgió. Sin protección serás arrastrado a las profundidades. —¡Khuk! —gritó la Drinfa, pronunciando la palabra que activaba su magia, mientras Usküdar sujetaba su mano, agitando todo su cuerpo para romper su miedo —¡Paist! ¡Es Kanis! ¡Paist! ¡Es Kanis! — convocaba desesperado.

¡Ayúdenme! suplicó, buscando a su amigo con ojos desorbitados.

No podemos respondió él desolado . Nuestra magia no surtiría efecto, sólo tu propia fuerza de voluntad es capaz de salvarte. ¡El fastasma se está alimentando de tu pánico!


Desde allí contemplaron cuán gracil podía ser la muerte. Una y otra vez el capitán ascendía y descendía, embestido hasta que su cuerpo fue desgarrado y llevado al abismo, de una velocidad vertiginosa y letalmente mortal. Usküdar lo miró. Lo vio coger una flecha, tensar el arco y susurrar, mientras que la saeta, volaba hacia la profundidad de la fosa. Luego se desplomó sin un quejido.

¡Björn! —exclamó, al mismo tiempo que lo estrechaba; en un fuerte abrazo que casi lo dejó sin resuello Siento mucho lo sucedido.


—Era... como un hermano y, uno de mis mejores hombres — susurró, abriéndose paso a través de los demás. El llano, era cada vez más amplio, y las colinas a ambos lados, hasta donde alcanzaba la vista de Usküdar, habían pisoteadas sobre la gruesa capa de nieve.


—¿Björn, te has fijado en las pisadas en la nieve?

—¿Qué ocurre? —interrumpió la Drinfa intrigada al ver la intensa concentración que se leía en el rostro del elfo. —Si, las he visto. Parecen pisadas de lobos, podría ser una jauría. —dijo.

Al mismo tiempo, un lobo aulló a lo lejos. Usküdar miró con aprensión a su alrededor —Me ha parecido ver algo —alertó, mirando la pradera. —Estoy empezando a imaginarme un conejo asado —dijo Garth con ironía. —Diras una liebre —corrigió Zarth. —Da igual. —No da igual. Los conejos viven en madrigueras, no en terreno abierto. —Es mejor permanecer en silencio — murmuró. Usküdar señaló al lado de unos juncos, donde había un gran ciervo boca arriba con las tripas de fuera.


Siguieron avanzando el páramo en silencio. Desde allí, el sendero se extendía hacia al Noroeste junto a un arroyo montañoso que fluía a través de trozos de hielo, atravesaba un pequeño grupo de cabañas y haciendas abandonadas.

—Tenemos que conseguir caballos —dijo Bardan finalmente.

Aïgana conocía la zona, a pocos kilómetros había una pequeña granja con establo. Tenían que pasar los valles en forma de abanico, que se extendían por detrás de las Cavernas de Osbrück en línea recta. 

—Se encuentran en todo el prado—le explicó ella —, parecen caballos salvajes pero muchos pertenecen a los aldeanos —.


El grupo alzó la cabeza afrontando otra borrasca helada, sus pies estaban adormecidos. Una nevisca estaba empapando las envolturas de cuero que protegían sus pies, a pesar de la lana con que las habían rellenado. Unos cuantos pasos más los condujo hasta la orilla de un río, aunque sólo era un angosto canal de agua que corría entre las riberas aprisionadas por el hielo. Allí quedaron maravillados al encontrarse con varios caballos.


Usküdar tocó la Libélula Flamígera en su brazo con la mano derecha, la sostuvo verticalmente. Permaneció inmóvil un buen rato mientras sus acompañantes lo observaban con curiosidad. Seguido apuntó hacia el vasto paisaje, ésta, empezó a titilar hacia el Noroeste, y aunque de momento esa grandiosa extensión apareciese apasible, ¿que buen augurio les ocultaría?

—¡Ah!, montar a pelo será genial —dijo Björn.

—¡Vamos a por ellos! —grito Zarth—.


Aïgana se acercó despacio al más ágil y lleno de brío. El caballo la miró, y luego, para su sorpresa, se sacudió los copos de nieve que tenía en la melena, y se acercó a ella. 

—¡Qué hermoso eres! ¿Puedo tocarte? —. Una vez que se acercó, la Drinfa acarició las crines, se subió, el caballo relincho.


Partieron a todo galope por un paisaje destrozado por la guerra; en sus ojos ardía la rabia al contemplar la desenfrenada destrucción que tenían ante sí. A pesar de que durante años habían cometido destrozos y matanzas defendiendo reinos, les disgustaba la insensatez de las guerras como ésta, la de Antártika que mataba solo por poder y venganza. Recordaron que, en tiempos mejores vivieron allí corpulentos pescadores y habitantes de los bosques. Pero las cabañas habían sido quemadas, dejando bajo la nieve los despojos de lo que había sido una aldea. Se cubrieron con la capa de modo tal que les ocultara el rostro casi por completo, y siguieron cabalgando bajo la nevisca que comenzó a caer más fuerte de repente y a golpear los esqueletos de los árboles, barriendo las distantes llanuras. No supieron calcular cuántos cientos de kilómetros devoraron durante todo aquel día, cruzando aldeas y campos llenos de nieve hasta el anochecer, y por fin llegaron a una garganta, donde encontraron una cueva en la que entraron a descansar. Garth trabajó con destreza sobre una pequeña fogata, utilizando un mortero de alquimista.


Después de varias horas, un ruido que se produjo fuera de la cueva despertó a Björn. De inmediato desenvainó su espada y se arrastró hasta la entrada de la cueva. Lo que vio le hizo envainar la espada y llamar en voz baja al hombre maltrecho que cabalgaba en dirección a la cueva.

—¡Eh, aquí! —.

El hombre era uno de los soldados de Gharet. Llevaba el abrigo hecho jirones y la armadura de metal completamente aplastada contra el cuerpo. Iba sin espada ni yelmo; era un hombre joven, demacrado por el cansancio y las heridas. Levantó la mirada y en su rostro se reflejó el alivio cuando reconoció a Björn.

—Mi señor Björn... soy... —.

—Me acuerdo de ti, eres el heraldo Jezriel —le interrumpió Björn.

El joven empezó a hablar con voz monótono, como en trance. —Escape de los... —,

Subitamente, un lobo descomunal, se arrojó sobre el pobre soldado, rugiendo ferozmente. Él lanzó unos chillidos desesperados. Pero su voz se cortó de repente, cuando unos poderosos colmillos destrozaron su garganta. Usküdar quedó bañado en sangre. Demasiada sangre.


Permanecieron inmóviles un momento. Ninguno dejó que las emociones se reflejaran en sus facciones controladas. Simplemente permanecieron allí parados, mirándose a la cara.


¡Cuidado! —exclamaron casi al unísono.

Otro zarpaso pasó silbando, y faltó poco para que dejara a Björn sin nariz.

El trío se deslizó a lo largo y hacia abajo de la resbaladiza y gélida salida y, trazando un amplio circulo en el aire golpearon con un fuerte encontronazo sus espadas. Usküdar las elevó aún más para transmitir más potencia al campo mágico, despedazando algunos.


Los demás desaparecieron en la bruma.


El dolor regresó a su cuerpo, y tosió, gimiendo. Tendría moretones, tal vez alguna costilla rota o el veneno del pinchazo estaría surtiendo efecto. Aïgana se agachó un poco más mientras contemplaba la hinchazón en el cuello. Se dio cuenta de que podía llegar a alterar su sangre. Pensó en las posibilidades que tenía.


—Usküdar, te estás esforzando demasiado. No puedes abusar de la magia. Incluso los elfos Mandrágoras necesitan descansar —.

Una mano le tocó suavemente por detrás haciendo que Usküdar diera un respingo.

—Descansa, yo me encargo de tu turno —dijo Zarth mansamente.


El elfo asintió, sin fuerzas ni ganas para discutir, y agradeció con media sonrisa la ayuda.



¡Gracias por leer! ¡Hasta la próxima entrada!

♥♥♥


Comments

  1. Que fragmento más interesante
    Muchas gracias por compartirlo
    Un abrazo ♥

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  2. No es bueno esforzar al cuerpo, este tiene un límite. Nos dejas con la miel en los labios. Un besazo.

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  3. Habrá más, espero porque no hemos llegado a completar lo jeje. Un abrazo

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  4. Thanks so much for the wonderful moment in your writing! Stay creative!

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  5. Awesome! You know how to take us to the woods!

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  6. ¡Hola!
    Qué bien escribes, deseando saber más jeje
    ¡Besotes!

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  7. hola
    gracias por compartir este trocito de tu escrito, me ha encantado
    Besotesssssssssssss

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  8. Hola
    Ando perdida, no sabía que escribias y lo haces bien, gracias por compartir
    Un bes💕

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  9. ¡Holaa! Un post muy interesante, la verdad que escribes bastante bonito, así que te seguiré leyendo de cerca :) ¡Nos leemos!

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  10. Thanks for reading! & Thank you for your comments! Happpy April!

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  11. It is so intriguing! Awesome! All the best to your many projects!

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  12. Wonderfully written! Great happenings indeed! Happy April!

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