Crónicas de Serendipity

Durante el trayecto para cruzar el puente, no debían dar la vuelta o pararse, por eso cuando llegaron al otro extremo se sintieron aliviados. Se abrieron paso a través del bosque oscuro, la maleza mojada y la nieve entumecían sus pies. Los densos arbustos se movían con la brisa. Aïgana estaba perdida en algún lugar de sus propios pensamientos. Se fijó en la cara de Usküdar con aspecto turbado, parecía haber sido esculpida en el más duro y frío de los mármoles, parecía estar curtido por la tragedia y marcado por el peligro constante que rodeaba su existencia.


La Drinfa sentía sus emociones a flor de piel. Adoraba estar cerca del elfo, por más que no quisiera admitirlo. Usküdar era un hombre muy atractivo. Podría sentirse tentada de enamorarse, y acabar arrepintiéndose por el resto de su vida. Su madre le había contado, a ella y a su hermana, historias de caballeros que conquistaban a las damas por medio de la caballerosidad, y que al final no todo era color de rosa. Historias con un final feliz para algunos, desagradables para otros.


También para Usküdar, el amor no formaba parte de sus planes; era una emoción inútil que de nada servía. Pensaba que bajo ese encanto, hacía que hombres inteligentes se desviaran de la realidad, y él no tenía tiempo para frivolidades. Tenía una misión que realizar, y no permitiría que nada se interpusiera en el camino de sus deberes como líder.


De repente encontraron rastros de animales. 


—¿Qué ocurre? —preguntó la Drinfa intrigada al ver la intensa concentración que se leía en el rostro del elfo.

 —Me ha parecido ver algo —alertó, mirando la pradera.

—Estoy empezando a imaginarme un conejo asado —dijo Garth. 

—Diras una liebre —corrigió Zarth.

—Da igual.

—No da igual. Los conejos viven en madrigueras, no en terreno abierto.

—Es mejor permanecer en silencio — murmuró el. —  Este lugar podría estar plagado de lobos —. Usküdar señaló al lado de unos juncos, donde había un gran ciervo boca arriba con las tripas de fuera.


Súbitamente un lobo aulló, quizá protegido de la tormenta en el umbral de alguna cueva. Aquella tarde era fría, nevada e incluso oscura. Llevaban nueve días cabalgando hacia el norte, hacia el noroeste y hacia el norte otra vez, siempre dirijiendose a Serendipity. Cada día había sido peor que el anterior, y aquél era el peor de todos. Soplaba un viento gélido del norte, que hacía que los árboles susurraran como si tuvieran vida propia.


Aïgana suspiró para sí.


Siguieron avanzando el páramo en silencio. Desde allí, el sendero se extendía hacia al Noroeste junto a un arroyo montañoso que fluía a través de trozos de hielo, atravesaba un pequeño grupo de cabañas y haciendas abandonadas. —Tenemos que conseguir caballos —dijo Bardan finalmente—.

Aïgana conocía la zona, a pocos kilómetros había una pequeña cabaña con establo. Tenían que pasar los valles en forma de abanico, que se extendían por detrás de las Cavernas de Osbrück en línea recta. 

—Se encuentran en todo el prado—le explicó ella —, parecen caballos salvajes pero muchos pertenecen a los aldeanos —.


El grupo alzó la cabeza afrontando otra borrasca helada, sus pies estaban adormecidos. Una nevisca estaba empapando las envolturas de cuero que protegían sus pies, a pesar de la lana con que las habían rellenado. Unos cuantos pasos más los condujo hasta la orilla de un río, aunque sólo era un angosto canal de agua que corría entre las riberas aprisionadas por el hielo. Allí quedaron maravillados al encontrarse con varios caballos.


Usküdar tocó la Libélula Flamígera en su brazo con la mano derecha, la sostuvo verticalmente. Permaneció inmóvil un buen rato mientras sus acompañantes lo observaban con curiosidad. Seguido apuntó hacia el vasto paisaje, ésta, empezó a titilar hacia el Noroeste, y aunque de momento esa grandiosa extensión apareciese apasible, ¿que buen augurio les ocultaría?

—¡Ah!, montar a pelo será genial —dijo Björn.

—¡Vamos a por ellos! —grito Zarth—.


Aïgana se acercó despacio al más ágil y lleno de brío. El caballo la miró, y luego, para su sorpresa, se sacudió los copos de nieve que tenía en la melena, y se acercó a ella. 

—¡Qué hermoso eres! ¿Puedo tocarte? —. Una vez que se acercó, la Drinfa acarició las crines, se subió, el caballo relincho y salieron al galope tendido.


Usküdar cabalgaba por un paisaje destrozado por la guerra; en sus ojos carmesíes ardía la rabia al contemplar la desenfrenada destrucción que tenía ante sí. A pesar de que durante años había cometido destrozos y matanzas defendiendo reinos, le disgustaba la insensatez de las guerras como ésta, la de Antártika que mataba solo por poder y venganza. En tiempos mejores vivieron allí corpulentos pescadores y habitantes de los bosques. Pero las cabañas habían sido quemadas, dejando bajo la nieve los despojos de lo que había sido una aldea. Se cubrieron con la capucha de la capa de modo tal que les ocultara el rostro casi por completo, y siguieron cabalgando bajo la nevisca que comenzó a caer más fuerte de repente y a golpear los esqueletos de los árboles, barriendo las distantes llanuras. No supieron calcular cuántos cientos de kilómetros devoraron durante todo aquel día, cruzando aldeas y campos llenos de nieve hasta el anochecer, y por fin llegaron a una garganta, donde encontraron una cueva en la que entraron a descansar. Garth trabajó con destreza sobre una pequeña fogata, utilizando un mortero de alquimista.


Después de varias horas, un ruido que se produjo fuera de la cueva despertó a Björn. De inmediato desenvainó su espada y se arrastró hasta la entrada de la cueva. Lo que vio le hizo envainar la espada y llamar en voz baja al hombre maltrecho que cabalgaba garganta arriba en dirección a la cueva.

    —¡Eh, aquí! —.

El hombre era uno de los soldados de Gharet. Llevaba el abrigo hecho jirones y la armadura de metal completamente aplastada contra el cuerpo. Iba sin espada ni yelmo; era un hombre joven, demacrado por el cansancio y las heridas. Levantó la mirada y en su rostro se reflejó el alivio cuando reconoció a Björn.

—Mi señor Björn... me dijeron que los habían matado en el campo de batalla —.

—¿Con qué nombre debemos llamarte? —preguntó Garth.

—¡Ahora me acuerdo! —dijo Björn —. Me acuerdo de ti, eres el heraldo Jezriel.

Los ojos del joven estaban muy abiertos, con la mirada perdida en el vacío, y empezó a hablar con voz monocorde, como en trance. —Están matando a los... —, el príncipe Gharet está bañado en sangre. Demasiada sangre. Y ahora ....... está, está… —.


Emitió un débil gemido.


Tenía el rostro blanco como la tiza y los dedos se aferraban tenazmente a las heridas de su costado. A un gesto de Usküdar se interrumpió bruscamente la interrogación. Permanecieron inmóviles un momento. Björn se acercó a él, y se dio cuenta que ya no respiraba. Todos permanecieron callados durante unos momentos. Ninguno dejó que las emociones se reflejaran en sus facciones controladas. Simplemente permanecieron allí parados, mirándose a la cara. Al cabo de un rato, Usküdar dijo:


—Debemos darle sepultura —.

—De acuerdo —.


Björn sacudió la cabeza. Había muchas cosas que no sabía, y no sólo de Antártika. Él y los otros líderes del frágil reino de Serendipity intentaban lo mejor que podían, pero sin Usküdar para guiarlos, Björn se sentía ciego. Los planes, informes e incluso los objetivos solo Usküdar los sabia.


El dolor regresó a su cuerpo, y tosió, gimiendo. Tendría moretones… y grandes. Tal vez alguna costilla rota o el veneno del pinchazo estaría surtiendo efecto. Aïgana se agachó un poco más mientras contemplaba la hinchazón en el cuello. Se dio cuenta de que podía llega a infectarse y envenenar su sangre. Pensó en las posibilidades que tenía.


—Usküdar, te estás esforzando demasiado. No puedes seguir sin descansar por la noche y luego estar despierto todo el día. Incluso los elfos Mandrágoras necesitan descansar —.


¡Gracias por leer! ¡Hasta la próxima entrada!

♥♥♥


Comments

  1. Las gracias debemos dártelas a ti, por compartir con todos nosotros, tus textos que son una maravilla. Entre Elfos y bosques nos haces seguir con aventuras inimaginables.
    Un besote y a seguir invitando aventuras mágicas.

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  2. Oh, so intense. Love to see your intrigue and much more. All the best to your writing.

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  3. Such a great episode! Thanks so much! All the best to your writing!

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  4. Hola Yessy!!
    Aunque me paso poquito por falta de tiempo concuerdo mucho con el primero comentario, escribes super bien, tus historias siempre son interesantes y con géneros diferentes, tienes mucho talento así que agradezco que compartieras este texto.

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