Crónicas de Serendipity

CAPITULO 3


Cavernas de Osbrück. Noroeste de Serendipity.


Velitius contemplaba a Überiem mientras practicaba su magia. Después, sintió un leve sobresalto al ver cómo las fascinantes esferas se abrían de par en par y, cómo éstas volaron en dirección al lado opuesto de la caverna. Justo entonces, las pequeñas bolas de cristal se rompieron en mil pedazos. Bucles de humo amarillento ascendían en espirales y la atmósfera se cargó de gases celestes. Entonces los labios del viejo druida susurraron: ¡Amorphallus columnatuss!

Se quedaron asombrados, sin poder entender que ocurría, se apartarón de la niebla, donde se ordenaron palabras y con ellas se formaron oraciones en lenguas arcaicas.

—¡Ajá! ¡Aquí tengo lo que busco! —exclamó. —¿Qué clase de magia es esta? — —Pertenece a los seis grandes pentagramas de Säckler y sus artes mágicas.

—Pensé que no existía nada similar —comentó con cierto tono de asombro. Überiem se había puesto tenso de repente, cerró el conjuro e instintivamente se acercó a Velitius, qué hizo lo mismo con su círculo y se quedó quieto.

—¿Qué ocurre? — Murmuró.

—Alguien viene.


La apacible tertulia fue interrumpida por Börte. El anciano sonrió, pero no por eso dejó de mirar los centelleantes ojos del joven. Un presentimiento oscuro y ominoso nubló la mente de Überiem, que miraba al joven de soslayo. El Druida de pelo cano no lograba determinarlo. En primer lugar ¿que hacía allí? Por extraño que pareciera, intuía algo malo por venir.


—¿Cómo es que vienes a mi guarida sin que se te haya llamado, Börte? —¿Qué deseas?

—¿Acaso no formó parte de los guerreros Serendipitianos? 

Tú lo has dicho. Eres un guerrero, pero no formas parte de la Triada Kildare. Dime, ¿qué es lo que quieres? 

—¿Alguna novedad? —interrogó en voz baja, ajustándose la capa sobre los hombros. 

Nada aún. Pero nosotros apenas podríamos esperar enterarnos. 

Quizá si voy con un pequeño grupo a las montañas, en nuestros caballos más veloces. Ellos podrían necesitar nuestra ayuda.


Überiem sacudió la cabeza. 


—Nuestra perspectiva es atemorizante. Vamos a necesitar a cada hombre y elfo aquí con nosotros. Ahora, sobre todo, debemos unir todas nuestras fuerzas. Nunca hemos luchado contra la magia del hielo en batalla abierta, ejército humano contra demonios de hielo.


El anciano le entregó una caja y las esferas a Velitius, y movió la cabeza en señal de que los guardará en la grieta de la pared rocosa. Hubo un silencio, durante el cual Überiem se sentó en una gran piedra sobre la que se quedó inmóvil, contemplando las profundidades de aquella prisión subterránea, donde era imposible saber qué hora o día era.


Como tú lo decidas, se hará. —contestó tras una pausa, observándolo.


Börte no hizo más preguntas. Después de todo, estaba a unos pasos de averiguarlo por sí mismo. El guerrero sentía un inmenso recelo, porque el anciano solo le había enseñado a controlar la magia de algunas runas futhark. Necesitaba desesperadamente tener el control de todas, lo cual era imposible, ya que prácticamente era un "secreto", conocido solo por una élite de Druidas Kildare. Sus ojos castaños observaron la caja . Aquel resplandor que salía significaba poder. Un poder que siempre había deseado y que los Trinitarios no le darían nunca. El joven Börte giró y se fue a sentar al Círculo de Piedra, pero antes lo miró con cierto fastidio. 


En sus ojos brillaba el rencor y la ambición.


La cueva fria rodeada de varios metros de escarcha, donde el Druida mayor languidecía, se había convertido en su prisión. La humedad y lo gélido estaban debilitando la magia del anciano druida.

—Tendrías que usar ropa más abrigada —dijo Velitius, mientras le cubria los hombros con una capa de piel.

—¡Que Balar el rey de los infiernos persigan su alma por los confines del espacio! ¿Cómo pudo hacer lo que hizo? —exclamó Velitius mientras daba la media vuelta, luego sopló con fuerza, avivando las llamas de la chimenea rocosa.


Hacía ya más de un mes que Überiem había enviado a Abäk, el Druida menor a traer el pergamino al templo de Emetèrico. Un templo escondido entre las montañas, que guardaba entre sus paredes cientos de conjuros y poderes mágicos de la magia Dál Riata. Hasta ahora nunca se habían alejado más allá de las praderas colindantes. Muchos se opusieron, alegando que no era prudente que fuera solo, a sabiendas que las huestes de Antártika estaban rodeando las cavernas. Pero los Druidas confiaban en él, su experiencia y conocimiento del terreno, era mucho mejor que los guerreros del reino.


Überiem se quedó mirando fijamente los largos pasillos de la enorme caverna. Estaba ansioso de saber las noticias de los guerreros. ¿Qué ocurriría si Usküdar y los gemelos fracasaran?¿Cuál sería el destino de Serendipity? Se estremeció al pensar en las huestes endemoniadas de Antártika, que se aproximaban, rodeando las cavernas. De pronto, volvió la cabeza, para mirar más allá, la línea de antorchas colocadas en el espacio abierto de la cueva. Dos figuras caminaban por el pasillo. Eran Abäk y Orla.


—¡ Abäk! ¡ Abäk! —gritó Velitius emocionado.


Qué gusto verte, hermano —dijo Überiem, contento de su llegada. Ambos se abrazaron fuertemente, como si de siglos hubiera tardado su encuentro.


—¡Aquí lo tienen! — exclamó Abäk, sacudiéndose la nieve adherida a la ropa. Überiem lo saludo con sus manos largas y envejecidas.

—Tráelo aquí. Él dio un paso hasta a un enorme pedrusco que servía de mesa. El Trinitario mayor desenrolló el pergamino, un pergamino seco que se asemejaba mucho a su piel.


¡Ah, La Escarlata de Fuego! —exclamó Velitius con mucha emoción. Aquí se conserva la magia Dál Riata acumulada durante siglos; todas las traducciones, copias y pócimas del alquimista Emetèrico.


—Recuerdo este pergamino —dijo Abäk —. Escuché al alquimista conjurar con esas tècnicas hace algunos años. Le mostraba a Usküdar sus habilidades para enfrentar a los Cazadores de U'zhul.


Velitius también recordó cómo habían aprovechado el poder del pergamino para defender Serendipity miles de años atrás. Se habian enfrentado al General Gargahul y sus gárgolas de Du'Uranag, las bestias arácnidas, y una vez a las peligrosas Estirges crepusculares, cuando trataron de esclavizar a todos en el reino.


¡Tenemos que esconder el pergamino! Börte no debe saber que está en nuestras manos. 

—¿Qué? ¡Ah!, ¿hablabas conmigo? dijo Überiem.

—Estoy de acuerdo —contestó Velitius con tono calmado. Y se levantó lentamente.

—Esconde el pergamino en la gruta — replicó en un tono triste.


La Triada no se había dado cuenta que desde las sombras, el guerrero les observaba sin ser visto.


Überiem llevaba meses en la espera, no veía la hora en que Usküdar regresará con las lágrimas púrpura de Frëayū, la deidad Dracónica que vivía en las cavernas de Kraków. Pues, según las leyendas, las gotas contenian una magia mística, que contrarrestaba toda clase de maldiciones y hechizos negros. La Triada las necesitaba para sacar del mundo oscuro a Sir Velhagen y a la princesa Ivonnè del potente hechizo del Prisma Polar. Hubo una época en que ciertos hechiceros poseían la virtud de conseguir estas pócimas. Pero hubo quienes acabaron cediendo a la tentación de hacer el mal, y la energía de la magia fue perturbada, corrupta, por aquellos que querían experimentar con las fuerzas mayores del mal. Entonces, sintiéndose traicionada, la Dragona teriomorfa huyó hacia el monte más alto. Es por ello que se escondía en los confines entre la tierra y las alturas.


Poco faltaba para que los guerreros llegaran al Monte Helicón, según sus cálculos. Si no tuviera noticias de ellos en un tiempo prudencial, acudiría a la magia Dál Riata.



¡Gracias por leer! ¡Hasta la próxima entrada!
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