Este jueves: la idea es que cada quien elija un collage temático, estudie bien los elementos que aparecen y se deje llevar por la inspiración de la historia que surja a consecuencia de ellos.
Bärbel Bauer agarró la llave colgante a su cuello, abrió el cajón de la secretaire y fotografió varias cartas confidenciales. Ella sabía muy bien cómo operaban los políticos y poderosos, cuán inútiles y auto-indulgentes podrían ser.
- !Señor embajador! Que maravilla verle de nuevo. - exclamó sorprendida.
- Bärbel, que alegria. - dijó, besando su mano, - querida, estos son viejos amigos míos. El barón Von Knigge y el ministro Fher. Permítanme presentarles a la famosa Bärbel Bauer. La única mujer en la masonería illuminati del grado 33. -
- Un placer. - respondieron. Sus miradas eran desafiantes y la hicieron sentirse expuesta, como si pudieran leer su mente. Ella compuso una sonrisa. Los hombres la miraban con curiosidad apenas contenida.
- ¿En fin, bailamos? - le dijó Von Knigge. Bärbel lo cogió del brazo.
Ella resplandeció en la pista de baile, con su exótica diadema de topacios azules y zafiros celestes que adornaban su cabeza. El corset azul y negro de su vestido se ajustaba perfectamente a su figura. Sin embargo, el barón era consiente que sus ojos escondían su antipatía tras aquella máscara de cordialidad.
- ¿Que tal dos martinis? Mezclados, no revueltos. - Von Knigge sonrió, y se dirigieron a la antesala.
Mientras la conversación giraba en torno a temas masónicos, Bärbel miró hacia el reloj pavo real de la pared, marcaba las doce y media. Se acercaba la hora de actuar. Ella dejó caer el vuelo de su falda, dejando mostrar sus blancas piernas. El barón se acercó hacia ella y le puso un dedo en medio de sus labios. - Yo puedo ser delicado o violento. - gruñó siniestro, con voz profunda.
- Y yo muy dócil. - murmuró, quitándose los zapatos de tacón de aguja.
Él soltó el negro lazo de su corsé y le besó el cuello hasta que sintió la calidez. Movió los dedos hasta su barbilla bajando luego hasta la garganta y empezó a apretar con sus manos, ahogándola, mirándola fijamente a los ojos, con una sonrisa perversa en los labios.
- ¿Que rayos te pasa? - jadeo. Bärbel agarró sus enormes y gordas manos. Se retorció forcejeando, pero él la obligó a retroceder. Su cabeza golpeó contra la pared. No podía soltarse, era demasiado fuerte.
- ¿A quién quieres engañar? !Maldita zorra!. - vociferó, mientras la golpeaba.
- !Miserable! pagaras tus atroces delitos. - gritó. En el forcejeo alcanzó agarrar de su cabeza la diadema, y le disparó cuchillas que le perforaron la garganta. Luego, se apresuró a sacar de su liga de encaje las cápsulas Soyuz, y codificó el conteo regresivo para dejar escapar el mortífero gas D-mente.
- ¿A dónde crees que vas con tanta prisa? - bufó el ministro Fher, que le salio al paso.
Antes de que pudiera apuntar el arma, Bärbel lanzó un tajo descendente, y lo alcanzó a la altura de la rodilla. Dos disparos sonaron casi a un tiempo. El hombre emitió un gruñido y cayó al suelo. Ella se puso de pie, guardó de nuevo su arma en el corsé y, salió a toda prisa, arreglandose las dos plumas de pavo real que llevaba en la sofisticada peluca.
La famosa Barbel Bauer me recordó a Lilith Blue, por lo seductora y letal. Ya sabía que su enemigo terminaría mal.
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