Sucedió a bordo - Deuda Pendiente

Este jueves: escribir historias que puedan haber sucedido en un medio de transporte.


Las manillas del reloj daban las 15:00 en punto y, a los lejos, ya se podía ver el tren llegando mientras se anunciaba por megafonía su llegada desde París. Kenny cerró los ojos al vibrar de los rieles, mientras una presión en su garganta le sugirió no subir al tren. un pánico aterrador se apoderó de él, sin motivo aparente.

Más sin embargo, lo abordó letárgicamente con miedo inexplicable. Enseguida la imperiosa máquina emprendió su extraño viaje, y comenzó su largo trayecto chasqueando sus luces blanquecinas, el suelo retumbó y las ruedas de acero chillaron.

Al cabo de una hora de viaje, comenzó a notar que todo parecía coincidir al igual que en su sueño lucido. Ese sueño recurrente donde una mágica sucesión de imágenes, lo atrapaban todas las noches en una desgarradora he insólita aventura. Sus ojos verdes comenzaron a observar cada espacio, pudiendo reconocer enseguida los amplios asientos de tapiz violeta lustroso, la tenue luz de las lamparillas que hacían mil equilibrios con el movimiento del tren, y el reflejo de la misma mujer en los cristales, cuyo rostro cubría un negro antifaz de terciopelo.

Si mediar palabras la bella mujer se acercó al semblante de Kenny y, su boca le ofreció el frío beso de la muerte.

<<¡No es posible. Es la misma mujer que aparece en mis sueños.>> - se dijo así mismo.
- Tienes una deuda pendiente conmigo. - espeto, con sonrisa malévola.
- ¿He? ¿Quien eres?, Yo no te recuerdo. - respondió, asustado, sorprendido.
- ¿Cuántas niñas asesinaste Kenny? - dijo, mientras una pestilencia surgió de su cuerpo.
- Asesinastes a mi pequeña, ahora yo te devoraré. -

Enseguida, sus manos grandes, huesudas y ensangrentadas lo agarró por la pechera de la camisa. Un batallón de moscas lascivas revolotearon sobre la mujer para adornar sus pútridas carnes. Kenny respiro el escalofrío, mastico la muerte, y vómito el dolor amarillo que lo poseyó en segundos. Finalmente enterró sus filosas uñas a sus costados, cual carne de res para asar, y se lo llevo dejando atrás un surco sangrante.



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