El patio - El Ocaso de un Amor

Este jueves: 

“En ninguna cosa la infidelidad es más innoble y repugnante que en el amor.” Sören Aabye Kierkegaard - Literato y filósofo danés.

Sus ojos castaños, su tez blanca, y cabello rojizo complementaban una belleza apagada y triste al contemplarla. Ella esperaba, sentada mirando al vacío, con el corazón lleno de tristeza a sus esposo que, se encontraba en una reunión de negocios. Sobre sus mejillas nácar, pálido por la amargura surcaron de sus ojos dos lágrimas que, fueron descendiendo hasta fundirse en sus labios.

La magia que envolvía su matrimonio había desaparecido, el fuego dejó de ser su elemento, y el aura de la pasión sucumbió a las tinieblas. Isolina era una mujer romántica, soñadora de amores idílicos. Siempre soñó que el hombre que la amaría sería para siempre y, se quedarían en una burbuja a través del tiempo donde los obstáculos nunca los alcanzarían.

Una tibia brisa sopló su cara, el sosiego y el dolor dieron paso a una sensación de amargura que, solo cerrando los ojos en el mundo de Morfeo podía soportar. El patio emanaba una fría soledad y, hasta las plantas intuían su intranquilidad. Ese día se sintió como las mariposas, tan frágiles y asustadizas cuando les llega su tiempo, con la misma imposibilidad de escapar ni con los más  rápidos aleteos.

Consumida por el vacío decidió terminar con su vida, con un matrimonio que le había dado felicidad por muchos años, pero que ahora le daba la espalda, dejándola sola, vacía. Isolina era la perfecta descripción de una persona en alienación y conformismo. Llevaba años dejándose llevar por el desamparo y la apatía de su esposo.  

Unos pasos fuertes la sacaron de sus pensamientos. Era Sebastián que deteniéndose frente al espejo arreglaba la impecable corbata.

- Voy a salir. No sé a qué horas regresaré. - dijo frío y tajante.

Isolina intentó hablar, pero su garganta se negaba emitir ningún sonido. La sensación de impotencia era infinita. Durante treinta largos años jamás había tenido problema alguno en la comunicación y, ahora que era el momento justo para reclamar, su boca selló para siempre.

Un inmenso dolor le oprimió, era el recuerdo de sus hijos a los que tanto amaba, aunque ellos no se acordasen de ella. Se levantó hacia la caja fuerte y sacó un revólver, regreso nuevamente al patio y se sentó en el lugar donde por tantos años había disfrutado de las risas de sus hijos, las reuniones familiares y los ‘te amo’ que tantas veces se habían dicho en ese refugio romántico.

Isolina respiro profundo, entre murmullos se dijo: - ¿Porque desprecias mi marchita juventud? ¡Infame, no me harás más daño! - concluyó. Alzó el arma con firmeza, apretó el gatillo que enseguida apagó su vida. La calma arropo su cuerpo y una palidez mortal se la llevó donde el dolor y la memoria se congelan.



Comments

  1. Que duro es vivir con alguien que sabes que te es infiel. Un besazo

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