Un momento especial - El Templo Kazu

Este jueves: escribir un relato de un momento que haya sido muy especial en nuestras vidas.

Yoshiro Kazu fue un gran Samurái en su juventud, cuando se retiró, decidió poner un negocio de agricultura. Corría el año 1951 en Japón, el mercado del algodón había quedado colapsado debido a las fricciones económicas nipo-estadounidenses. Lo que perjudicó la pérdida de sus 308 hectáreas de cultivo en sus fincas. A raíz de esto, con tristeza partió hacia la gran América, dejando atrás a su amada familia en una pequeña aldea de Fukuroi.

Después de varios años, Yoshiro comenzó una carrera como instructor de Aikido en una tierra extranjera. Su determinación y dedicación lo llevaron pronto a poner su propia escuela de artes marciales, incluyendo clases de Daisho, el manejo de la Katana y Wakizashi. Conocí a Shihan Kazu años atrás, en un seminario impartiendo clases de defensa personal para mujeres: el dia que me recibió fue un momento que nunca olvidaré. No supe qué hacer, por lo que me incliné para reverenciar como es debido. Yo sabía sin duda alguna que, necesitaba esas clases para conseguir más disciplina mental, y un sistema de defensa personal efectivo.

Boston, Massachusetts 2010

El Templo Kazu me hacía sentir el ambiente apacible, tranquilo y sereno. Era muy temprano por la mañana, y como de costumbre vi a Shihan Kazu pasearse golpeando su cuerpo, de arriba abajo con dos varillas delgadas de bambú que les llamaba Daruma. Una tradición que me enseñó después de varios días en la estadía de su templo. La primera clase con Shihan Kazu fue un momento mágico, fantástico del cual disfrute muchísimo. Los siguientes meses fueron momentos especiales y llenos de nuevas enseñanzas que, se plasmaron en mi mente y cuerpo.

Después de varios meses en sus clases me propuso un desafío. Me dio un Bokken (espada de madera) y tomó un Shinai de Kendo (espada de bambú para práctica). Una vez iniciado el combate, me resultó imposible tocarlo, ni siquiera una sola vez. Me derrotó rápidamente, y como recordatorio, me dejo varios moretones azules en el cuerpo. !Necesitas mas practica! dijo seriamente. Shihan Kazu fue una persona noble, estricta y nunca tuvo reparos para expresar lo que pensaba. Era muy seguro de sí mismo, a sus 68 años, demostraba que su habilidad, poder y velocidad tenían la misma contundencia de su juventud.

El tiempo pasó velozmente y, con el Aikido ya había aprendido lo suficiente para defenderme de cualquier agresor. Pero el Daisho que es una de mis fascinaciones, no lo llegue a completar. El verano estaba por terminar, y debía regresar a mis clases, pero no sin antes demostrar a Shihan Kazu algunas de las habilidades adquiridas en el entrenamiento del Daisho.

Kazu Dojo 10:30 am

Al comenzar la clase el Shihan hizo algunos anuncios, luego comenzamos los calentamientos que son la norma en el dojo. Cuando terminó de demostrar su técnica, hize un zarei (reverencia), me pare y continúe con la práctica, cuando de repente, él se acercó, ambos nos mantuvimos en pausa, las miradas conectadas, mis ojos centrados desafiando sus rasgados ojos negros. La acción tomó rápidamente movimiento, los dos desenfundamos con velocidad relámpago, haciendo que los Bokutos chocaran en el aire con un espectacular clang que se escucharon por todo el templo. Después de la media hora de demostración, realize un saludo de pie (ritsu-rei) en la posición musubi-dachi con el que finalizamos. Y esta fue la última vez que vería a mi maestro en vida.

R.I.P a mi querido Shihan Kazu.

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