Cuéntame una de fantasmas - La Obsesión de Tsukinagi

Este jueves: escribir una historia de fantasmas, espíritus, ectoplasmas, poltergeist, o almas desencarnadas de seres muertos que se manifiesten entre los vivos de forma perceptible.


En un lejano lugar entre las montañas de Kongōseki, un súcubo llamado Tsukinagi quebrantó las leyes del Inframundo al salvar la vida de un niño pescador de las turbulentas aguas del mar. Al enterarse Emma-O dios del infierno fue expulsada y enviada a las aguas del Océano Antártico donde quedó congelada para la eternidad.

Trescientos años después de aquel suceso, cierto día la diosa de la aurora boreal se compadeció de ella y, envío desde el cielo un despliegue etéreo de luces ígneas que, derritieron el iceberg que la mantenía en completa congelación.

El descomunal océano, pareció detenerse. De las profundidades, ella salió lanzada en círculos hacia el cielo, cubierta por una gélida capa de cristales perlinos. Sus ojos ligeramente rasgados irradiaban la poca energía que su ente guardaba. Los hielos inclementes eran lacerantes por una brizna nívea, debía apresurarse a buscar la forma de conseguir energía o se extinguiría para siempre.

Tsukinagi sonaba convertirse en una humana. Razón por la cual, se alimentaba de la vitalidad de hombres y mujeres. Sin embargo, a pesar de la búsqueda no podía encontrar la energía adecuada y de alta vibración para lograr su cometido. Persistió y persistió en su empeño durante muchas semanas, hasta que un dia ...

Al llegar a una montaña se encontró con un manantial cristalino. Allí, divisó un apuesto joven llamado Yoshiro durmiendo profundamente bajo un árbol de cerezo. Sin pensar dos veces, se transformó en una mariposa y se posó suavemente en su hombro, consumiendo la energía espiritual que emanaba su cuerpo.

Los ojos de Tsukinagi comenzaron a tornarse color rojo escarlata, revelando la perversidad de su naturaleza. En ese instante, el cuerpo de Yoshiro se sacudió rígidamente por el drenaje de su poder. Un ruido estridente terminó por alertarlo de golpe. En cuestión de segundos, tomó con fuerza su espada y la resplandeció amenazante para defenderse.

Para su sorpresa, frente a él, estaba Hsiang-Tzu una deidad malvada mitad mujer y mitad serpiente, siseando sobre su cabeza. De la nada, apareció Tsukinagi disparando bolas de fuego a la coraza de la mórfica. Las llamas chisporrotearon, apagándose de pronto, y de sus fauces estalló una carcajada.  Su rugido escupió fuego y agito su poderosa cola, la cual, se enredó al cuerpo de Tsukinagi. Ella se revolvió, luchó por zafarse, pero ella no la soltó y más la estrujo. Cada segundo, la fuerza destructora de Hsiang-Tzu la estaba doblegando, y su desesperación comenzó a ser patente, mientras iba cayendo agotada.

En ese instante, Yoshiro produjo una gigantesca bola de fuego con radiación electromagnética; la ráfaga de rayos gamma impactaron sobre la deidad malvada, quemando parte de su mortal cola y obligándole a escapar. El joven trató de levantar por los brazos a Tsukinagi, pero al tocarla vio desconcertado como, la presión de un gélido frío se apoderó de sus manos. Yoshiro se irguió, sin despegar la mirada ante el abrupto acercamiento, de la súcubo jadeante que, con sus pupilas agonizantes clamó por ayuda.  



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