Obsesiones - Melíada

Este jueves: nos proponen que hablemos de esos “amores de pareja” que se vuelven obsesivos, o si se desea de otras diferentes obsesiones. Entrar aquí para leer los relatos de mis compañeros.


Había una vez... en una tierra muy, muy lejana, nació Melíada, una hermosa niña con poderes mágicos. Era hija de Damu dios de la vegetación y la sanación. Su misión era cuidar el verdor del inmenso y salvaje bosque para que pueda purificar el aire, como también ayudar a los animales que estaban en extinción.

Al paso del tiempo, su esencia comenzó a estar insatisfecha con su inmortal soledad. Una tarde su osada curiosidad la llevó a traspasar nieblas extrañas y frías hasta llegar a una montaña sombría. Allí, encontró el manantial de una cascada prohibida, donde a través de sus virginales aguas descubrió el mundo insólito de los hombres mortales. Abstraída se encontraba en su diálogo mental, cuando una voz angelical se dejó escuchar.

- ¿A qué has venido? - susurro la melodiosa voz. Melíada se incorporó con sobresalto.
- Quiero cruzar el portal de los mortales - respondió con gallardía. -
- No es posible. Para ir debes tener un ancla psíquica que te mantenga conectada con nuestro plano de creación. Tus poderes mágicos no lo permiten, a no ser que renuncies a ellos. - explico la voz con tranquilidad.

Sin más que pedir, en aquella densidad del follaje y el aroma forestal de su ecología, el deseo fue cumplido pese a lo dicho. De inmediato, dentro de una espiral con hojas, ramas y plumas tornasoles fueron transmutadas todas sus energías cambiando su destino e identidad, a la vez que le permitía conexión  con el amor terrenal. Tiempo después, esta semi-diosa término locamente enamorada de un infausto mortal, creyendo en su falso romance. Un amor al estilo de Orfeo y Eurídice, y más apasionado que el de Eros y Psique.

Una noche de luna plutónica, el apolíneo romeo motivado por la llaga en carne viva de los celos, degolló el frescor y la blancura del cuello de su amada y, horas después, sumido en la desesperanza, carcomido por el arrepentimiento se aplicó un harakiri que estuvo a punto de quitarle la vida.

El padre tiempo conmovido por la triste historia de Melíada, tornó su aura en luz dorado-rosa para que sea sempiterna entre cielo y tierra. Cuentan que, en días de tormenta, las nubes lloran por ella y las largas y terribles ventiscas, cuyos torbellinos lo envuelven todo en el mundo, es  la cólera del dios Damu.



Comments