Leyendas de mi tierra - El Samurái de Shonai

Este jueves: escribir una leyenda sobre nuestra tierra. 

En este caso he elegido una de tantas que mi bisabuelo le contaba a mi abuelo, y él me las repetía a mi.


La leyenda cuenta, que en una ciudad al noreste de Tokio...

El Samurái Akasawa se paseaba por aquel mágico y misterioso palacio, protegido por enormes espejos cóncavos y convexos de puro cristal. Al bajar por las escaleras durante el trayecto, súbitamente una fuerte ventisca de aire caliente invadió su cuerpo.

Con aspecto preocupante apresuró el paso por la escalera de caracol. Pero a mitad del descenso se quedó atónito mirando a su amada Geisha que subió los peldaños apresurada.

- ¿Mizuki-san, qué haces aquí a estas horas de la noche? - preguntó con alegría de verle. Sin decir nada, la chica sonrío, y echándose atrás su sedosa y luminosa cabellera, lo besa con apasionada efusión. Pero la mirada de asombro incesante pareció disturbarle.


- ¿Qué te pasa, sucede algo? - preguntó intrigada.
- ¿Cómo tuviste acceso al atrio principal? - ella le dio la espalda y siguió por la curva de la escalera y añadió.
- ¿Será posible. Tienes tan mala memoria? -

Aunque quedó ligeramente perturbado por la contestación, no pudo evitar trastornarse por su belleza y prosiguió tras ella hasta la sección oeste, lugar donde se resguarda el Prismakan. La hermosa Geisha sabía que dentro de esas ocho caras vidriadas, estaba el cuarto ojo de la deidad que controla el tiempo y el espacio.

Una sacudida intensa alteró la temperatura corporal del Samurái. La tensión fue evidente, su cuerpo se bañó en sudor, y comenzó a sentirse desequilibrado, un poder infrahumano pareció estar manipulando sus emociones. Enseguida quiso reaccionar y templando al máximo sus nervios realizó que, las escaleras se habían invertido sellando las salidas al exterior.

- ¡Los espejos se han distorsionado! - exclamó aturdido.
- !Espera, necesito activar el Prisma de cristal! - gritó, agarrando por el brazo ha Mizuki-san.

Ella, frívola y calculadora se detuvo frente a él observando sus expresiones.
- ¿Adónde crees que vas? - preguntó, con malévola sonrisa. Quedándose perplejo, no comprendió su reacción.

Sin poder creerlo ante sus ojos, la bella Misuki-san se tornó en un abominable Oni de mirada feroz, sus labios carmesí se abrieron lanzando un rugido con llamas que parecía tener la fuerza de un huracán, el cual comenzó a despedazar los peldaños del gran palacio. Un calor sofocante que olía a azufre, se desplazó a su alrededor, sus fosas nasales respiraron el inminente vapor ígneo. ¡Se ahoga, y jadea buscando aire!

Una súcubo verde revoloteo entre las llamas, y con sus ojos rojos dispara una ráfaga de rayos chakra sobre el Prismakai. Pero enseguida, miles de arañas espejos salen cambiando sus brillos y tamaños al ser estremecidas, y formando una malla logran detener las descargas ultravioletas.

Las incontrolables llamas mantuvieron despierto el aturdimiento de Akasawa, sus ojos observaron como la luna blanca, se distorsionaba lentamente a través de una tormenta de fuego y cenizas. Al llegar a ese punto crítico, se dio cuenta que estaba próximo a llegar al inframundo, y si no lograba derrotar al Oni mayor, su objetivo sería alimentarse de la vibración bioenergética del cuerpo etéreo de la humanidad, y con eso conseguiría el mega-poder de unir la luz y las tinieblas.



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