Sintió sus mejillas arder detrás de las gafas de sol, al ver a su esposo despedirse de una mujer desconocida a las afueras de un hotel.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó, sin una pizca de culpabilidad.
- ¿Por qué me humillas? - preguntó enfurecida. Cada vez que formulaba esa pregunta, le resultaba más repugnante.
- ¿De qué hablas? !Vamos nena, otra vez tus celos! - gritó el chico exaltado.
- Estoy harta de tus infidelidades. !Porque no lo aceptas! -
- Está bien. Si, lo admito, te he sido infiel. - respondió, absorbiendo un sorbo más de nicotina.
Vanessa se abalanzó sobre él y lo abofeteó. Él la agarró de las manos y la tiró contra la pared.
- !Debes afrontar tus errores, y tu ego machista que destruye nuestro amor y el de tu hijo! - gritó, agachando la cabeza y llorando teatralmente.
- ¿Qué dijiste? - preguntó, escéptico, sin poder creer lo que estaba escuchando. Miles de sensaciones y recuerdos entremezclados se agolparon en su cabeza.
- !Ya, lo dije! Espero un hijo tuyo. - acabó diciendo con rostro compungido.
- Vamos a casa. Quizá sea tiempo de reajustar mi vida. - susurró, inclinando su rostro para besarla. Vanessa cerró los ojos y quiso ser racional, borrando las escenas de dolor, tratando de no contaminar los buenos recuerdos.
Lo único que importaba era que él estaba allí para ella, mirándola con la misma sonrisa que la cautivo. La única forma de amarse era sufriendo y, ella aceptó muy bien su rol de pasiva. Si, el amor lo puede salvar todo. ¿Hasta cuándo?
Ahora solo faltaba como figurar el plan del falso embarazo.
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