La ventana indiscreta - Voyeurismo

Este jueves: escribir una ficción de escenas de amor, violencia, cotidianas, sospechosas, insólitas, familiares, al más puro estilo «Hitchcock».


Desde lo alto de su apartamento, Gigolo pasaba pegado a sus prismáticos que, aunque no eran de buena calidad, le permitian identificar a las personas y observar de cerca sus movimientos.

Se había empecinado en espiar a un extraño hombre que vivía solo en el extremo derecho del edificio. Cada dia a la misma hora el individuo fortachón abría la persiana y aparecía en la ventana flexionando los músculos con pesas de distintos tamaños.

Un dia por la tarde, ya oscureciendo, harto de espiar tras las cortinas durante toda la semana, aburrido de no descubrir nada más interesante, fue cuando sus ojos se posaron en una hermosa mujer que vestía un traje de charol y unas plataformas de, al menos, quince centímetros. Lo que más le llamaba la atención, era una maleta color vino que tenía en la mano.

Gigolo agazapado en la oscuridad, siguió mirando a través de los lentes y para su sorpresa, la mujer deslizó suavemente su chaqueta negra, dejando a la vista dos cadenas con pinzas metálicas que colgaban de sus rosadas aureolas. Seguido dejó caer la mini falda, quedando solo en una pequeña tanga. El hombre la toma de la mano hasta alzar su brazo y, le hace dar un giro completo con el propósito de observar todas sus curvas. Complacido se sienta en el sofá, entre tanto la escultural mujer lo comienza a seducir.

Con la escena pornográfica, a Gigolo se le suben los calores. Por lo cual, comienza a bajarse la bragueta del pantalón. Pero de pronto, un hombre medio calvo, con gruesas gafas negras y algo rollizo aparece en la escena mientras se limpia el sudor que le cae por la frente.

La mujer agarra la maleta mientras el tercer individuo lo amenaza con un arma. Luego, ella saca una inyección y se la aplica en el cuello. Cuando el hombre sucumbio, el tipo le hizo una enorme incisión y le sacó todos los órganos. El voyeur comienza a ponerse nervioso, algo le llama la atención. Mueve la cabeza en ambas direcciones buscando al hombre calvo que, de pronto desapareció.

Enseguida, su pulso se acelera, se llena de pánico. Pero sin hacer caso omiso, sigue aferrado a sus prismáticos. Hasta que de sorpresa un certero pinchazo cae en la parte trasera de su cuello.


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