Helado de ... - Helados Suki

Este jueves: escribir una historia sobre helados de sabores.







Recuerdo una noche de lluvia y relámpagos en que la cama se movió. Mi corazón latió más fuerte, y un escalofrío de terror se apoderó de mí. !No estaba soñando! Un monstruo con ojos salidos de su órbita, lengua roja y dientes afilados flotaba amenazante sobre mi cuerpo.

- !Mamá! !Mamá, un monstruo! - grite. Mi madre abrió la puerta y dijo: - ¿Qué te pasa? ¿Te has vuelto loca, nena? -

- Te juro que hay monstruos debajo de mi cama. - dije, lanzando una mirada de terror a mi alrededor,  - ¿Puedo dormir contigo esta noche? - pregunte, jalando su camisón de dormir.

- !No! No puedes. Los monstruos no existen. Y si los hay, debes buscar la manera de sacarlos de ahi tu misma. Vamos, a dormir que mañana hay escuela. - me dijo, cortante con un bostezo y salió tras la puerta.

Asustada por la posibilidad de que volviera a salir, mis ojos se quedaron abiertos. Tras unos segundos, escuche una respiración gutural por debajo de la cama. Luego, apareció sobre mi el espectro envuelto en una nube púrpura. Haciendo acopio de todo mi valor, borre todo pensamiento y miedo. Solamente me concentré en degustar un  helado de pistacho, ajo y menta. Para mi sorpresa, el monstruo comenzó a gemir, se retorció y bramó al ir difuminandose hasta desaparecer.

La siguiente noche, con una vaga inquietud me acosté temerosa. !Otra vez! una mano fría jaló mis pies. Pateé horrorizada, me incorpore y frente a mi estaba un duende tricolor, peludo, con orejas enormes. Fruncí el ceño, asustada comencé a lamer un exquisito helado de frambuesa, cebolla y ruda. El duende se hincho como un globo, quiso escapar pero quedó atrapado entre lo imaginario. Intuí el porqué, y pensé en devorar el helado a mordidas. !Presto! observe sonriente como en un microsegundo explotó en un tornasol de colores diluidos y se fue disolviendo con lentitud.

Otra noche llegó, me lave los dientes y me acosté en la cama. Estaba lista para enfrentar de nuevo el siguiente monstruo. Esta vez tendría que comer más de un helado, aquellos de mora, albahaca y jengibre que mi abuela fabricaba; pues sabía que los fantasmas de Kyoko y Shoko me visitarian esa noche. Y así, con esos helados de sabores balsámicos y exóticos voy derrotando los monstruos que habitan en el fondo de mi subconsciente.

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