Este jueves: narrar historias de reencuentros en nuestra infancia con sus juegos infantiles.
No deja de emocionarme al recordar cuando jugaba con mi muñeca Shirley Playful. Viajamos a mundos mágicos y soñados.
- ¿Serias capaz de llevarme al mundo mágico de Las Crónicas de Serendipity? - me atreví a preguntar a mi muñeca, sin dejar de mirar aquel rostro de porcelana que parecía cobrar vida.
- ¿Porque quieres ir a un mundo congelado en un invierno eterno y sin Navidad? ¿No será mejor conocer el castillo flotante de las Sílfides encantadas? - respondió, seriamente.
- ¿ Sil… Sil… silfides encantadas? - interpelé aún atónita -
Sin decir más, sus enormes ojos color miel quedaron fijos en mí, un peculiar brillo apareció en la iris, y su boca pronunció unos leves sonidos. En el momento que despegamos juntas del suelo, comenzaron a surgir de mi espalda unas poderosas alas transparentes con manchas iridiscentes que se movieron velozmente. Luego, nos desplazamos ansiosas volando hacia el otro portal, cual mariposa que conoce a la perfección hasta el último rincón del aire.
Llegamos hasta la cima de una elevada y cónica montaña. Sobre ella estaba suspendido un espléndido castillo de jaspe y cristal purpura. Entré por un enorme salón rosa que, nos recibió con una fragancia de flores primaverales. Estaba adornado por estatuas de mármol como duendes, dríadas y ninfas. Pronto, se aglomeraron junto a nosotras muchas pequeñitas sílfides azules, verdes y violetas hablando en un lenguaje musical, de sus cuerpos emanaban polvos de estrellas. !Me parecían insólitas!
De la nada aparecieron alrededor cientos de hermosas jóvenes, translúcidas casi incorpóreas, de largos cabellos. !Oh por Dios! !Eran ninfas! las guardianas del castillo. No podía creerlo y sin pensar dos veces pregunte... - ¿Me dejan ver las Sílfides encantadas? -
Una ninfa tricolor portando una espada élfica se acercó a mí y señaló el camino. De ahí volamos hasta las colosales cúpulas turquesas protegidas por una densa encrucijada de árboles y una tupida y verde alfombra de vegetación. !Y allí estaban! !Siete Sílfides encantadas! sus bellos cuerpos inertes colgaban con elegancia, mientras radiaban en su frente de alabastro diademas de diamantes rosados, ambar y jade.
- !Son increíblemente celestiales! - exclamé emocionada. Nos sentamos sobre la grama, al lado de un riachuelo por varias horas; jugando con las mariposas y una chiquilla sílfide de ojos brillantes.
Más tarde, una energía fuera de lo común, nos elevo e impulso muy alto para retornar a casa. Al llegar a la terraza descendí despacio al momento que guardé las alas. El gozo infantil se apoderó de mi mente. Tanta fue la alegría, que abracé y besé fuertemente a mi amada muñeca. No sentí miedo en ningun momento, solo disfrute la sensación de aquel viaje fantástico, mágico y maravilloso que realice solamente con el poder de la mente.
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