Crónicas de Serendipity

—Sigue moviéndote y tus huesos serán cortados en pedazos. —dijo restándole importancia a sus palabras.


El Halcón cerró sus alas de crespón y descansó sobre las cuatro patas, seguido de un resplandor de luz que lo transformó en un corpulento y rústico cuerpo. Cuando Velitius vio el medallón carmesí que colgaba sobre el pecho, supo quién era.


—¡Pytar de Skamfar! —exclamó el druida menor al reconocerlo.


Pytar de Skamfar no era un simple guerrero, era un proncipe, heredero del trono Ua Néill, elegido por las tribus de las regiones de Na Gàidheil. Sin embargo, la magia de su medallón cuya procedencia exacta era un misterio, estaba puesta en duda. La mirada de Grimalkina se posó en las varoniles facciones. La ropa brillante, bordada con todo tipo de símbolos extraños, le resultó tan extraño como fascinante. Recordó cómo solía observar a los guerreros de barba tatuada y trenzas rojizas, con una mezcla de odio y temor, pues eran unos personajes rudos y violentos. En otro tiempo había sido el jefe de los nómadas Ölgiy; todavía le obedecían, porque sólo él conocía todos los misterios arcanos. Además, su magia superaba a todas las tribus de las regiones circundantes; empezaban a creer que era inmortal.


También contempló el septagrama del medallón carmesí que brillaba sobre aquella piel bronceada. Un presentimiento golpeó a la bruja como una bofetada. Pytar de Skamfar podría impedir que su magnífico plan se llevase a cabo. Un plan para acabar de una vez con la triada Kildare, con el ejército de Antártika, y con todos los aliados de Serendipity. Un plan que le dejaba el camino libre para hacerse dueña de todas las tierras conocidas y crear un imperio que, en honor a su padre, se llamaría Hadriam.


El guerrero se acercó a los prisioneros, que estaban encadenados a las argollas de su magia; habían sufrido una espectacular transformación: ahora eran medio humanos y medio bestias. —¡Maldito Ua Néill, no te atrevas a hacernos daño! —bramó,Grimalkina.


—Silencio, bruja, o conseguirás enfadarme —gruñó, arrastrándola hasta una multitud de miles de murciélagos que volaron en forma de serpentina. Sus palabras lo enfurecían más allá de todos los límites. ¡Se atrevía a desafiarlo! Lo cual lo desconcertaba, y ahí estaba el misterio, él nunca se dejaba afectar por las amenazas. Su arrogancia no era tal en presencia de aquella pequeña arpía.


Él levantó las cejas y ella estudió su rostro. Eran sus ojos azules como el cielo, profundos con unos puntos color negro que bailaban dentro de ellos. Una fría sonrisa cruzaba su misterioso rostro, enmarcado por un cabello largo rojizo recogido y atado en una elaborada mata de trenzas. Skamfar la miró intrigado por su aspecto y le hizo preguntarse, ¿sería una bruja original Lancashire? Este era un demonio divino y su ego era tan alto como ella. Recordó que la bruja mayor de las Lancashire y sus cómplices fueron acusadas de hechizar a los pueblerinos a unirse a sus cultos satánicos y celebraciones diabólicas, fue odiada por su crueldad despiadada. La gente solía creer en todo tipo de magia y demonios, pero una turba de guerreros Ua Néillyes la asesinaron y quemaron su cuerpo. Pero no era el momento de ese tipo de observaciones. El Ua Néill, desvió la mirada y se concentró en otra cosa.


—Überiems … —susurró Skamfar rozando su barba. ― Nos conocimos hace tantos siglos que hace mucho tiempo que olvidé cuándo sucedió, pero recuerdo que fuimos muy buenos amigos. Es lamentable lo que está pasando en el reino de los Fendley. Es que no lo puedo creer. Los súbditos del reino fueron convertidos en trozos de hielo y escarcha; al igual que su esposa e hija, incluyendo el alquimista Emetèrico. Pero lo que más me sorprende es la captura de Trevor Velhagen y del príncipe Nólakwen. La triada Kildare estará a punto de ser destruida. Así que pensé: ¿quién más podría ayudarlos? Y acá estoy. Vengo a hacerles una propuesta. Les ayudaré a derrotar a Antártika, cuidaré de ustedes y, juntos, gobernaremos Serendipity —¿Qué me dicen?—.


Grimalkina estalló en una carcajada.


—Se me ocurren dos razones para que nos unamos Grimalkina —dijo —, intentando apartar la impaciencia de su voz. No tenía tiempo para esos retrasos —. Primero porque no eres rival para mi, y segundo porque no quiero hacerte daño. Ella se echó a reír ante aquellas palabras pretendidamente insultantes.


La nigromántica giró la cara para mirarle fijamente. 

—¡Jamás permitiré que te apoderes de la Escarlata de Fuego! —dijo señalándole con el dedo índice.

—¿Es eso lo que quieres? Entonces, lo lamento —dijo él. No le costaba disculparse aunque sabía que este demonio no se lo merecía. 


La furia de Pytar de Skamfar creció ante estas palabras, y escupió fuego por el medallón que colgaba de su pecho. Antartika saltó sobre una pirámide de bloques de hielo y aterrizó a la izquierda de su contrincante. Su látigo comenzó a disparar una serie de azotes venenosos. A sus pies, el látigo serpenteaba hacia él. El grito de furia de Grimalkina resonó en sus oídos mientras Pytar esquivaba los latigazos. Pero él estaba preparado, y hacía girar el medallón de manera vertiginosa para rechazar los embates. La Flama manaba de él, dándole seguridad en cada movimiento. El asestó unas estocadas y los haces de luz alcanzaron a enredarse en la mano izquierda de la hechicera. Sorprendida, chasqueó de nuevo el látigo y estos se apagaron. 


De repente, hizo brotar de sus manos unos polvos blancos. Él apenas vio un borrón en el momento en que ella lo lanzó. En un segundo de frustración Pytar se deslizó en la resbaladiza superficie enfangada de hielo y agua. Luchó por volver a ponerse en pie, pero la pérdida de concentración le costó un aguijonazo venenoso. Pytar comenzó a jadear rápidamente. Su piel se tornaba de color amarillento y sus piernas se debilitaron. Agitado abrió con destreza los pistilos jade de su anillo e inyectó la pócima antitóxico en su brazo. 


Los labios de Pytar de Skamfar se tensaron, dejando al descubierto su dentadura.


—¿Y bien? ¿Sigues vivo? —dijo, sonriendo.

—Estoy de suerte. Todavía respiro —contesto, clavando sus ojos en ella. 

—¡No por mucho tiempo! —.

—¡Maldita perra! ¡Te mataré! —.

—Por lo visto, el veneno te ha hecho perder los modales —dijo, y lo miró con una expresión de odio.


Su látigo mortal giró rápido como el rayo mientras él se movía, rechazando los azotes. El los bloqueó con una serie de movimientos tan veloces que ella se vio obligada a concentrarse para dar más velocidad. Vio cómo su cara se retorcía en una mueca colérica cuando la fusta no alcanzó a llegar, faltaron milímetros para que se hubiera hundido de nuevo en la carne de Pytar. Desesperada recurrió a sus innatos dotes de magia, y murmuró unas palabras extrañas.

¡harpyia unguibus corvus oculos devorat in terram! —.


—Yo que tú no haría eso —.


Seguido el príncipe Ua Néill no veía ni oía nada en absoluto, así que recurrió al puro instinto y empezó a girar sobre sí mismo, protegiéndose de la hechicera con el movimiento incesante de sus aros protectores. En medio de su aturdimiento, activó la fuerza del vórtice que atrajo toda energía a su alrededor. En una fracción de segundo, la succionó y la convirtió en fósil dentro de un crisol de cuarzo, de donde no saldría en mil años.


Börte miró sin inmutarse con unos ojos vidriosos y ligeramente lechosos, pero el resplandor de las velas mostraba su expresión de intenso coraje.

—Lo lamento —dijo, rompiendo el silencio.


Velitius lo interrumpió con un ademán y le ofreció la mano.

—Principe Pytar Skamfar de Ua Néill —dijo, mostrando una breve reverencia. Era evidente que el anciano se había informado sobre quién era él—. Soy Velitius Variel.

Pytar le estrechó la mano con firmeza. El viejo druida era delgado como un palo y, aunque tenía la tez pálida, tenía una salud indómita que emanaba por todos sus poros.


Durante el caos provocado por Antartika, había resultado difícil distinguir entre aliados y enemigos. Todos los conocidos desde siempre podrían convertirse en los más peligrosos adversarios. Pero... ¿Qué mejor aliado que Pytar de Skamfar para poner fin a los enemigos de Serendipity? Pero la ayuda no vendría sin precio: a fin de derrotar a la peligrosa Antártika y a sus huestes, puede que la triada Kildare se enfrente a otro enemigo más poderoso y más inteligente que el actual.



¡Gracias por leer! ¡Hasta la próxima entrada!
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