ELDE - reto 22

Escribir una historia de terror cuyo contexto se enmarque en un manicomio.

(Relato está inspirado en el pequeño fragmento de la novela Bajo los cerezos de Motojirō.)


!Que vista tan hermosa! - exclamó Tosaki, sentado a la orilla de un riachuelo donde había seis gigantescos cerezos. Debajo de ellos, largos manteles blancos descansaban sobre la yerba con docenas de cajas de obentōs.

- Vamos, ¿No piensas comer? - le pregunto a Namiko, mientras abría su obentō.

Ella no respondió, solo movió la cabeza de lado. Esa mañana se levantó con cierta repugnancia en el estómago, que la dejó inquieta, y con una sobrecogedora zozobra. Estaba apunto que le diera una crisis de esquizofrenia. Su único, verdadero compañero y amigo lo notó.

- Siéntate y tranquiliza tu mente con la meditación. !Vamos después de diez respiraciones! - le dijo, agarrando su mano. Ella se sentó con las piernas cruzadas, de la misma forma como Tosaki le enseñó.

Dos horas y media después, los pacientes regresaron al pabellón. Los veinticinco chicos siguieron a la supervisora, pasando por las intimidantes puertas del manicomio.

Al filo de la noche, una enfermera apareció frente a la cama de Tosaki. Se acercó a él, con un vial en la mano y lo tomó del brazo.

- ¿Para que la inyección? - preguntó con desconfianza, mientras la aguja penetraba la dermis.

Ella lo ignoró, sus ojos centellearon al ver el líquido que comenzó a viajar a través de la vena. Un leve temblor sacudió el cuerpo del chico que, lo hizo recapacitar y de una patada arrojó a la enfermera contra la pared. Cuando salió de la habitación, trastabilló hacia atrás un poco mareado. Al salir al pabellón logro ver a la Dra. Miyuki salir de su oficina.

Aun así, en ese trance la siguió hasta que llegó a la sala de aislamiento. Tras una puerta de madera con ventana de cristal vio a Namiko acostada, inmóvil, tenía la melena negra alborotada y sangre en la bata. Los ojos se le abrieron como platos cuando la psiquiatra se acercó a ella y, con escalpelo en mano comenzó a extraer la piel de la cara. Repentinamente se escuchó un golpe seco e imperativo. Tosaki cayó al suelo desmayado. La enorme y ruda enfermera se sopló un mechón de la cara y preguntó:

- ¿Lo vas a enterrar vivo o muerto? -


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