Sin ir más lejos, el inspector de homicidios decidió hacer un recorrido por los callejones del Alphabet City. Allí, divisó a una mujer fatal de facultades y hermosura inusitada encendiendo un cigarrillo, mientras, aguardaba en silencio la llegada de un nuevo cliente.
Se acercó con sigilo, con la mirada fija en aquella figura. Sacó la automática y le apuntó a la cara.
- !Las manos sobre la cabeza! !rápido! -
- ¿Otra vez? !Toma lo que quieras y no me fastidies! - exclamó, Sátira Grey, mientras masticaba chicle y hacía globos.
- ¡Calla! Todo lo que digas será usado en tu contra. - espetó el inspector.
Él resopló bruscamente una vez y su rostro se endureció aunque sus ojos pardos siguieron alerta. Luego, comenzó a lisonjear con su efluvio arrogante, patético, autoritario y lascivo. El arma retornó al chaleco y procedió a inspeccionar sus icónicos rascacielos, sus firmes montañas, su torso de nácar y descendió por sus torneadas litorales talladas de marfil.
Al llegar al monte de venus, pudo olfatear el inconfundible olor opiáceo. El oficial se inclinó y con la punta de la lengua probó de aquellos finos pliegues, los alucinantes y mortales polvos. Su mirada se detuvo en la de ella que, de nuevo se estremeció y sonrojó por el hallazgo.
- Lo siento, muñeca. No me digas que estás arrepentida. -
- Para nada. Pero tú deberías estarlo. - refutó a carcajadas.
- No te hagas la graciosa. - respondió, enarcando una ceja.
El arresto fue interrumpido por la llegada inesperada de Nino Gambino, que de inmediato abrió fuego. El inspector se agacho y se parapetó tras unos zafacones, librando las balas por unos milímetros. Detrás de él, apareció Sátira Grey apuntándole con su beretta nano.
- ¡Tira el arma! Te lo dije tantas veces, Derek. Eres un arrogante y terrible inspector de policía. - le dijo, contoneando el trasero exuberante.
- Eres una zorra lista. ¡Dispara de una puta vez!
Los rótulos titilantes de neón alumbraron el rostro de Nino Gambino cuando salió de la oscuridad. Luego se paró detrás de Sátira, la abrazo y cruzó los brazos sobre su pecho.
- Eres hombre muerto, Derek. - dijo, con mirada apática.
Ipso facto, un atronador ruido que produjeron dos autos al chocar en la avenida, hizo que súbitamente el inspector sacara una pequeña arma de su bota. Dos estrepitosos ¡¡Bang!! ¡¡Bang!! se escucharon a través de la noche, los cuales, impactaron en el corazón de la bella damisela y del gángster que una vez fuera su amado hermano.
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