Según cuenta la leyenda, hace unos cuantos años, cerca del río Serife vivía un hombre de mediana estatura y jorobado. Siempre amargado, solitario porque le repelía su apariencia deforme. Se decía que, una gorgona fue la responsable de su infortunio, al derramar una fórmula mágica sobre las aguas en las que él se bañaba.
Sucedió pues, que una tarde de verano, el jorobado se hastío de estar encerrado, observando por los ventanales al mundo exterior, así que, ese día del Festival del Solsticio de Verano aprovechó para salir en busca de un alquimista que pudieran ayudarlo a revertir su mal. Camino hasta perderse entre los ciudadanos que jugaban con fuego y danzaban por las calles.
De repente, se detuvo al encontrarse con una bella rakkasah llamada Alizée, que bailaba sensualmente, contorsionando su esbelto cuerpo con giros rápidos y espasmódicos. El hombre quedó prendado por el hechizo de sus movimientos, su mirada se mantuvo como presa de un encantamiento, y el allí, ajeno a su destino, se aproximó a ella envuelto en su capa y capucha. Los ojos violeta lo miraron fijamente, vigilantes, atentos a su llegada.
- ¡Sígueme!, hacía tanto tiempo que te esperaba. - le dijo.
En ese instante apareció la gorgona ondeando sus serpientes venenosas desde lo alto de su espléndida figura. Al estar a varios metros de ellos, apuntó sus tentáculos hacia el jorobado y lo atrajo de un tirón, dejándolo caer a sus pies.
- ¡Este déspota humano es mío! - gritó, lanzando una descarga de venenosos colmillos.
Alizée hizo un conjuro, elevo las manos, cruzó los dedos y neutralizó el ataque. Luego, la onda magnética de sus crótalos atrajeron velozmente hacia ella al magullado cuerpo, que esta vez cayó de golpe en sus rodillas.
- ¡Por todos los demonios! - blasfemo el pobre infeliz al impacto, echando rayos y centellas.
Las fuerzas psiónicas de la enfurecida gorgona rompieron las ondas magnéticas, y los dejó inmune a su mirada destructiva. Alizée de inmediato, bebió las lágrimas del dragón Fénix que llevaba en su collar botella; tornándose en un dragón rosado que desplegó alas de fuego. Luego sacó varias lenguas en forma de látigo, y le lanzó esferas incandescentes que pulverizaron a la gorgona en el acto.
El jorobado yacía en el suelo magullado, asustado, deseando poder defenderse, o salir corriendo. La semi diosa se tornó nuevamente en humana, luego se arrodilló para ayudarlo a levantarse y le dijo:
- Vete a tu casa. A partir de la media noche tu cuerpo atrofiado se va a regenerar.
Mientras se levantaba, sus ojos captaron un destello de luz.
—¿Acaso dudas de mí? —preguntó ella, arqueando una ceja, en modo suspicaz.
El hombre sin pronunciar palabra alargó el brazo hacia el bosque. Había aprendido a confiar en su voz interior, y ahora mismo esta le decía a gritos que algo peligroso estaba por llegar.
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