34 - Tu protagonista tiene que ser una guerrera.
Desolatrix se despertó abruptamente y deslizó las suaves sábanas de seda artificial. De pie frente al espejo, lanzó su gesto más agresivo, dejando entrever sus largos colmillos y algún diente roto de color marfil. Cientos de diminutas y pálidas cicatrices adornaban las piezas plateadas de su cara, por las continuas batallas contra los LycanDroides.
Naberius se levantó de la cama, la miró muy atento, admirando sus curvas fusionadas con metal y carne firme, fria, peligrosa, con la que nunca desearía parar de copular. Al principio le había parecido un poco exótico: un LycanDroide experimentando su libido con una VampCyborg. Estaban en la era de las máquinas, en un mundo futurista donde los de su clan poseían la tecnología más avanzada, donde todo era posible, hasta dar el privilegio a un antropomorfo sintético poseer el tan ansiado falo. Él, como Capitán de la 6ª División de los Lycan Trox, fue uno de los afortunados.
Esa mañana, el oficial Nekfeu, el más odiado por los Droides observó todo desde lo alto de un edificio. No podía dejar pasar esa oportunidad, capturar a un capitán de ese calibre le ascendería de rango inmediato. Además, la aparente cercanía con Desolatrix le enfureció de tal forma que, de inmediato formó dos pequeños escuadrones, los cuales estarían listos para el ataque.
Las orejas de Naberius se levantaron, al mismo tiempo que su poderoso olfato le aviso peligro y muerte. Sin darles tiempo, los Vampborgs se abalanzaron sobre ellos. Nekfeu inmovilizó a Desolatrix, y los demás cayeron como enjambres contra Naberius, determinados a capturarlo. La batalla rugió, por largas horas el lycan no fue rival fácil. Intempestivamente, un golpe impactó en la mandíbula del droide, que lo lanzó e hizo que aterrizara, las piedras crujieron bajo su repentino peso.
Naberius alzó los ojos, su cuello se alargó al tiempo que de su garganta salió el más feroz de los aullidos. Luego arqueó sus patas traseras y con un potente salto golpeó el tórax de Nekfeu. El rostro del borg ni se inmutó, mantuvo una expresión fría, sus ojos teñidos de carmesí centellearon, y sus labios adoptaron una mueca siniestra. En ese instante, apareció un enorme Vampborg Neófito que, con ojos áureos le disparó una malla láser con hilos de plata, ante la cual, Naberius sucumbió dejándolo en el limbo.
Desolatrix se liberó de los anillos sónicos que la tenían atrapada, y trató de destruir la malla con sus afilados dientes, pero los pedazos de los que habían sido mutilados se volvieron a armar. Cuando la rodearon, le lanzaron hormigas-bots que se infiltraron por todos sus orificios, hackeando su codificación, ella intentó aniquilarlos desde sus circuitos, sin éxito. Los ojos celestinos parpadearon lentamente, su energía disminuyó, pronto quedó insuficiente.
Al sentirse vulnerable dejó escapar un batallón de Vamborgs insurgentes, los más feroces, y se unió con ellos para liberar a Naberius. Después de una cruenta batalla, abordó a una de sus "hermanas fieles" y se dio a la fuga con él. No llevaba muy lejos navegando, cuando la gravedad del arcoiris los desvió hasta un planeta desierto, y tras el impacto de la nave contra las rocas la vamp biónica quedó mal herida. Con rapidez, desconectó su chip memorándum y lo adhirió al pecho de Naberius que seguía inconsciente. Salió de la nave y con el último halo de energía, le lanzó un supertifón Kio que lo envió al otro lado del cosmos.
Entre tanto, por el cielo rojizo asomó una flota de Vampborgs sobre volando a su alrededor. Un Viperborg apuntó su cañón iónico sobre Desolatrix y le disparó ácido color ámbar. El líquido sulfúrico bañó por completo su ya maltrecho cuerpo, y enseguida comenzó a derretirse vertiginosamente. La masa viscosa de neuronas y circuitos incrustados en la bella figura deslizaron hasta la tierra infértil de la galaxia.
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