Con el pie izquierdo - Interviú

Este jueves: escribir sobre esos días en los que desearíamos no habernos levantado. La reacción del ayer al hoy, quizás lo que antes parecía el fin del mundo ahora termina por sacarnos una sonrisa. 


Sonó el despertador. Me senté en la cama, y aún adormilada sin darme cuenta puse un pie en el suelo. !Maldición! lo hice con el izquierdo. Mierda. Con lo supersticiosa que soy.


Esa mañana ya no me dieron ganas de salir a ninguna parte, pero tenía mi primera entrevista laboral exactamente a las 10:00 am. Así que, me di un duchazo rápido y me vestí con el típico traje azul marino.

Después de un cuarto de hora en la estación, llegó la imperiosa máquina y se detuvo, en segundos me rodeo un enjambre de personas de todas las nacionalidades; por mis narices pasaron todas las razas y olores que hay en el mundo. Las puertas se cerraron y el tren comenzó su largo trayecto por el túnel subterráneo chasqueando sus luces blanquecinas.

Media hora después, un olor desabrido a vómito y ajo flotó por el aire, tornandolo tóxico. La gente comenzó a gritar histérica, y a corretear por el vagón, aglomerandose contra mi escuálida figura. Cuando el tren paró en la estación de Times Square, salimos como rayo. Porque, ¡hay que ver lo que vomitaba esa mujer! subí las escaleras a todo prisa con el estómago revuelto, hasta llegar a mi destino.

En la empresa me hicieron esperar una hora, ya estaba desesperada. Tenía deseos de tirar la entrevista laboral a un zafacón de basura. Pero me contuve, al ver a mi lado varios jóvenes con los ánimos dispuestos. Me sentía orgullosa. Aquel sería mi primer trabajo de forma oficial, y me provocaba nerviosismo.

Una señora me guió hasta la oficina del alto jefe. !Diablos! imaginaba yo a un jefe con un estilo impecable, refinado, metrosexual e innovador y que escuchara mis respuestas, de porque quería el trabajo, pero no fue así. Allí estaba él, un hombre gordo, calvo, aburrido de mirada soberbia. El muy sapiens apenas le echó un vistazo a mi currículum, y su boca me disparó un:

¡Pero señorita, Ud. tiene poca experiencia! me dejó petrificada, enmudecí. ¡Como putas quiere que tenga experiencia, si soy recién egresada! apenas me quedaba un par de horas para trabajar en la Universidad.

¡Ah! ¡muérete! ¡ah cerdo idiota! —quise gritar, pero respire profundo y me limite a decir:

 —Perdone señor, ¿No toma usted en consideracion que poseo una maestría en Negocios Internacionales? ¿que domino el inglés, francés, y español?

—Es inútil, sin experiencia no hay empleo. —me fulminó, con su cara de imbécil.

Salí dando un portazo, no pude contener derramar una que otra lágrima, y corrí por aquella avenida infestada de seres poliédricos. ¡Vaya, ese dia, si me levante con el pie izquierdo! !Maldita sea!

Me llevó varios meses de perseverancia encontrar el Santo Grial y la fórmula perfecta para vivir de ello. Después de todo, mis esfuerzos académicos valieron la pena. Ahora, al recordar la frustración que experimente ese día, solo me causa mucha gracia.


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