Crónicas de Serendipity

Cavernas de Osbrück. Noroeste de Serendipity.


Börte se enfundó con más fuerza en el abrigo e inspeccionó los callejones de las cuevas detenidamente. Había algunos antiguos faroles colgando, con una tenue luz naranja y amarillenta esforzándose débilmente por hacer frente a la oscuridad fría y húmeda. Al llegar al círculo de la hoguera, se encontro con Überiem, el druida mayor que descansaba recostado mientras sostenía, frente a sus ojos, una runa de cristal curva y dentada.


—¿Me llamaste? —le preguntó. 

—Ya he decidido quién será el guerrero líder para esta misión. —dijo Überiem.

— ¿En quién has pensado? 

—Usküdar. Es un joven feroz y valiente. — respondió.


Börte lanzó una mirada asesina a aquel druida de ojos lánguidos. «Maldita sea, viejo testarudo» murmuró entre dientes. —¿Por qué eliges al elfo mandrágora? Él no es de nuestra raza. —espetó acaloradamente. ¡Esta es también mi guerra!.


Überiem frunció el entrecejo y una leve arruga surcó su frente. 

—¡Por diversas razones! — replicó. — Es un guerrero del clan de los elfos Mandrake, rápido de pensamiento, domina diversos lenguajes. Está decidido. También le daré a los gemelos Garth y Zarth para esa larga travesía. — concluyó.


—¿Qué? —espetó sin pensar —. ¿Por qué? ¡Maldición esta es una locura! 

—¡Silencio! —Masculló —.Y no utilices esas expresiones. Ya sabes que no puedo soportarlas.


Los Trinitarios lo tenían claro. Börte era valiente, con óptimas condiciones físicas, pero lamentablemente, carecía de sabiduría, su temperamento explosivo y egocéntrico, le permitía ser solo un simple guerrero de campo abierto, era como un animal que vivia solo para pelear. Sin embargo, lo necesitaba para elevar la moral del ejército. La lucha venidera estaba a punto de acontecer, le esperaba una larga batalla, para demostrar si podía pertenecer de una vez por todas, a la elite de guerreros Serendipitianos. Porque no había nada mejor que lograr cualquier recurso que pudieran aprovechar. La oscuridad se acercaba y todos debían hacer frente a Antártika tarde o temprano. Aunque en realidad, lo que más le importaba a Überiem, era la ayuda que cualquier alianza le ofreciera.


Permanecieron allí por un instante, inmóviles cual estatuas en una nave de medianoche.

Acto seguido habló Überiem:

Has cometido una falta susurró , los guerreros postulados tienen prohibido abandonar sus dormitorios después del anochecer.

Vine para recoger un libro replicó Börte, audazmente. ¿De veras? o simplemente a escuchar las tertulias de la triada.

No, mi señor.

— Eres incorregible, un guerrero tozudo como un mulo — le recriminó, tras soltar un bufido —. Sabes que éstas no son precisamente las condiciones óptimas para soltar celos.


Börte aspiró el aire helado.


—¿De qué celos hablas? —le preguntó, tenía el rostro contraído en rabia—. Tu inexplicable simpatía por ese elfo, ciega tu enfoque de la situación y confunde tu criterio sobre la única e incontestable verdad: que Serendipity está en la más absoluta ruina por culpa de esas ratas mandrágoras.


Überiem suspiró. Era inútil debatir con Börte como dos seres civilizados.


—No caeré en tu juego —, le dijo sin estar muy seguro de cumplir su palabra. Los otros druidas permanecían atentos a la discusión.

—¡Börte, basta! —le ordenó Velitius con firmeza sujetándole los brazos.

—¡Apártate! No seas insolente —dijo Abäk. Le zarandeó para despertarle de aquel estado psicótico que lo mantenía poseido—. 


Aquella intervención acabó por amansar la furia ciega que se había apoderado de él, mutando su rostro tenso, por un gesto menos ofensivo, aspiró hondo renovando el exaltado aire de sus pulmones, luego contempló a los Druidas con sonoro desprecio,  y decidió que se largaba.


Tres días después, el trío de guerreros recibió el baño mágico de los olivos, para que la explosión gélida que azotaba, no afectará la temperatura de sus cuerpos. Terminado el ritual, los tres se incorporaron lentamente del círculo Triquel, que luego, marcó sus cuerpos con bucles, trenzados y anudados como símbolos protectores. El viejo Überiem levantó el dedo índice y lanzó una bola élfica al brazo derecho de Usküdar, donde apareció la Libélula Flamígera  que lo guiaría. El elfo guerrero hizo una profunda reverencia y permaneció con la cabeza inclinada. Su cabello negro entrelazado con pequeñas perlas turquesa caían a los lados de su rostro pálido.


—Por la mañana partirán hacia el Monte Helicón, y buscarán la guarida subterránea de la Dragona Frëayū. Desafortunadamente, entre una multitud de grotescas Komadrējas y esqueletos humanos, encontrarás a Kalfor, el dragón que custodia la entrada. Mátalo, mientras los gemelos se encargan de las otras bestias. Cuando éste muera, Frëayū caerá en un profundo sueño, es entonces, cuando recojerás las lágrimas que derrama cuando duerme. Si logras conseguir ocho de esa gotas púrpuras, podremos eliminar el hechizo negro que Antártika lanzó a la princesa Ivonnè y Sir Velhagen.


—¡Así será, mi señor! —exclamó, el osado elfo indómito, mientras hacía la usual reverencia.


Börte se encogió de hombros. No valía la pena perder el tiempo argumentando. Había pedido a Überiem que le permitiese realizar el viaje pero el viejo Druida había preferido a Usküdar. Después de todo, el sustituiria algún día a alguno de la triada; debía adquirir práctica en asuntos de estado mientras Überiem todavía viviese para guiarlo. Börte rememoró la época en la que los lazos entre el mandrágora y él habían sido estrechos. Cuando Haldir, el hijo mayor del segundo Alto Rey de los Oflarius en Mandragoland, aún vivía. Pero había muerto en una batalla once años atrás y la relación se fue debilitando desde entonces.


El joven Börte se echó a reír ante el semblante que tenía Usküdar cuando él dio media vuelta y salió de la cueva. Sí, el no creía que podía ejercer el liderazgo aun en las montañas, donde era un peligro constante, con esa presunta sabiduría que siempre estaba ávida de compartir, con su aire de mando. En su expresión empezó a gestarse un gesto áspero, de dureza y desafío. Era como si quisiese penetrar dentro de Überiem, atravesar sus envejecidas carnes y adivinar —conocer, descubrir— la razón por la que siempre había tenido preferencia por el Mandrágora. Börte se le congeló la sonrisa y sintió un escalofrío: la fiereza de aquellos ojos se le impuso como propia de un animal rabioso o enloquecido. La guerra prueba a los hombres, rezaba uno de los proverbios que el Druida Mayor escribía en la pizarra para enseñarles a leer cuando era un adolescente. El joven guerrero estaba convencido de que, cuando llegara la prueba, demostraría ser digno de la triada Kildare.


Partieron al alba del día siguiente, las doncellas los despidieron lanzándoles listones de colores, los guerreros con rápidos apretones de mano y frases triviales; a la salida de la caverna, el gélido viento les echó la cabellera hacia atrás y agitaron el cuero de mamut que cubrían sus cuerpos; hincaron las espuelas al caballo y corrieron veloces como saetas. Sin mirar hacia atrás, galoparon todo el día hasta el anochecer y rara vez se detuvieron. Rápidos y resistentes eran los corceles, pero el camino era largo; cincuenta leguas o quizá más, les faltaba por llegar.


Un caballo se detuvo exhausto en la elevada cresta de la colina cubierta de nieve. El cansancio del jinete transformó su resuello en un entrecortado jadeo; necesitaba recuperar fuerzas. —¡Abäk! —bramó Orla, corriendo junto al druida menor, al que ayudó a incorporarse. Él se quedó mirando fijamente los largos pasillos de la enorme caverna. Estaba ansioso de saber las noticias de los guerreros. ¿Qué ocurriría si Usküdar y los gemelos fracasaran?¿Cuál sería el destino de Serendipity? Se estremeció al pensar en las huestes endemoniadas de Antártika, que se aproximaban, rodeando las cavernas. Abäk y Orla caminaron por las recámaras de la enorme cavidad hasta llegar al pequeño santuario.



¡Gracias por leer! ¡Hasta la próxima entrada!
♥♥♥

Comments

  1. Al parecer los atacarán por sorpresa a estos tres curiosos personajes, el elfo guerrero y los gemelos.
    Me a traído vagos recuerdos a un videojuego que hace ya tiempo disfrute
    Me está gustando el relato .
    Te extraño, deseo estés bien

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