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44 - Escribe La Odisea, pero con un perro de protagonista. O cualquier otro animal, escoge sin miedo. Total, es tu cuento.


Káiser, el perro labrador de la familia Crestonne, estaba intranquilo. Su caprichosa dueña, la pequeña Yesmine, leía El Amante de Lady Chatterley, libro que le habían prohibido leer por ser una lectura de adultos. Al cabo de media hora, la niña, sobresaltada, se enderezó. Asustada, le puso la mano a su perrito, como siempre que se sentía sola y atemorizada. El canino, le pasó la lengua húmeda acariciando su mano. Ella se calmó y volvió a la lectura.

De presto, como en un sueño traslúcido, los párrafos y las imágenes se fueron transformando en una espiral vertiginosa, la cual, absorbió a Káiser y a su pequeña ama, al reino del castigo y la reflexión. Al tocar fondo, se encontraron en un lugar inhóspito, de bosques frondosos, y de laderas cubiertas de neblina. Al instante, apareció un retorcido y viejo árbol, con hojas encrespadas frente a ellos. Una escalera iridiscente se abrió invitándolos a entrar por la base de su tronco.

- No te asustes. - instó Káiser.

Perro y ama subieron las escaleras hasta llegar a una estancia de cristal, rodeada por miles de pixies coloradas. Las cascadas de luces tricolores que descendían desde la cúpula los embelesó, hasta que escucharon el grito de la Hada Oscura, encargada de dar una lección a todo chico que no respete las reglas de conducta.

- ¡Otra niña insurrecta! aquí aprenderás a obedecer órdenes. - vociferó.

Káiser se le erizó la pelusa del lomo y rugió furioso, al ver con horror su extensa y enredada cabellera, cargada de niños llorosos y en aflicción.

- ¡Sujetala! - le ordenó a un enorme avestruz que salió repentinamente con un graznido brusco. El perro le gruño y le mostró sus colmillos demoledores.

El pájaro color rosa ni se inmuto y la agarró por el brazo. Káiser rugió, levantó las patas y salto veloz sobre el pajarraco, clavando su garras y dientes, hiriendo en segundos al infeliz emplumado.

- ¡Cómo te atreves, perro insolente! - le gritó el Hada con furia. La raya de su boca se convirtió en una enorme circunferencia, de donde salieron miles de mechones que lo amarraron de las patas; embravecido luchó por zafarse, pero se quedó atrapado en las redes foliculares.

- Ahora, tu perro pulgoso será mi esclavo. Y tú, hasta que reflexiones que debiste obedecer te quedaras aquí. - gritó. Yesmine cerró los ojos, y comenzó a llorar.

- !Sueltala! - ladró el canino, entretanto una diáfana fosforescencia lo recargó de súper fuerzas. Káiser enseguida hizo trizas los gruesos mechones y se lanzó de lleno a la cara del Hada, sus mandíbulas se cerraron con su cuello. Rodaron sobre las losas una y otra vez, mientras ella, arrojaba un líquido negro y espeso.  Deidad y bestia se mordieron mutuamente.

- !Aaah, no - gritó - noooo ah! - la Hada Oscura, no pudo hacer uso de su laringe, incapaz de articular palabra. Enseguida, Káiser la soltó, y dejó escapar un poderoso rugido, sus ojos celestinos retuvieron temporalmente su hechicería. De la supermelena alborotada, salió corriendo un sinnúmero de chiquillos asustados y llorando al sentirse libres.

- ¡A correr, de prisa! - les aulló. Un espantoso trueno retumbó en el aire y pareció que el cielo mismo se desplomaba. Yesmine corrió sin volver a mirar atrás, corrió hasta que anocheció. Luego, se detuvo por una roca asustada al repentino grito de un búho.

- No te detengas. - instó Kaiser, moviendo la cola.
- Ya no puedo, no tengo más fuerzas. - respondió. El perro se acercó a ella, y comenzó a lamer sus rodillas con una baba brillosa para que recuperara fuerzas.
- ¡Vamos, te guiaré! - insistió.

Niña y perro corrieron como saetas hasta encontrar la entrada del alma crepuscular de sus cuerpos. A la mañana siguiente, apesadumbrada, Yesmine le entregó el libro a la madre y le prometió, jamás agarrar algo de donde estuviese Prohibido Tocar.


Comments

  1. Puede interpretarse como lo peligroso de desobedecer. O como una aventura con un muy buen amigo.
    Besos.

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