El tintero de oro - ĦØRÂ ĈЄRØ

Sobre un anochecer, el conde Barnaby Hollis salió en busca de una presa, realmente le urgía, pero no la sangre, si no "la energía psíquica humana" que usaba como parte de un ritual estético y tradicional en su linaje. Decidió caminar a una zona de Rumania conocida como Transilvania. Horas más tarde se encontró en un callejón interno que conectaba a las viejas calles.

Avanzó algunos pasos, un silbido mefistofélico rasgó el aire.

De súbito divisó una grácil figura en el enorme jardín. Salió de su escondite y avanzó con movimientos sigilosos, dio una vuelta en el aire y cayó frente a ella.

Neyra, la cazavampiros ni siquiera se inmutó al verlo atemorizante. Lejos de eso, sus ojos azul glacial adquirieron un nuevo matiz, ya no estaba en el cuerpo mortal y frágil, sino transformada en una elfa lunar, con traje negro de piel con lunas crecientes; gracias a la magia de su diadema de estrellas y lunas que controlaban su poder.

- Vaya, vaya ... ¿A quién tenemos aquí? !Neferata acabó con toda tu especie! ¿Cómo has sobrevivido hasta ahora? -

Ella ignoró el comentario y la sonrisa que lucía aquel. Si había algo que no debía permitirse era el lujo de darle el tiempo suficiente como para atacar de sorpresa. Sin demora, giró sobre su talones y levantó ráfagas de energía púrpura, produciendo un fuerte tifón que empujó hacia atrás al vampiro, que estaba suspendido en el aire. Éste salió despedido y cayó al suelo trazando con su espalda un surco en el asfalto.

Barnaby se levantó de entre los restos de concreto, con varias heridas sangrantes que, para sorpresa de Neyra, se cerraron enseguida.

-¡Niña estúpida! - gritó, acercándose cada vez más. - ¿Acaso piensas derrotarme con torbellinos, balas de plata, crucifijos, agua bendita o ajo como lo intentó tu Madre? -

La elfa solar, enfurecida ante la reacción, se movió de un lado a otro, y antes de que pudiera pestañear, su diadema curvada le disparó una filosa estrella de energía solar en la frente. El filo se enterró en la carne sin dificultad, mientras destrozaba los músculos y revelaba el hueso.

- !Nadie puede vencer a Barnaby Hollis! - rugió. Sus ojos se habían teñido de sangre, y sus venas parecían a punto de estallar.

El vampiro la tomó del cuello con una mano y la elevó unos centímetros por encima del suelo. Unos dientes afilados, centelleantes, bajaron rápidos hacia la palpitante arteria, los cuales, alcanzaron a perforar la delicada piel.

Los ojos de Neyra se clavaron en el medallón que Barnaby llevaba al cuello, con vertiginosa rapidez, lo arrancó y estampó sobre la herida de la frente, allí donde la hemorragia no cesaba en la criatura. Su  garganta emitió un gorgoteo, luego la soltó con un grito de dolor y ella cayó de espaldas.

- ¡Ahhh! ¡Ahhh, maldición!! - exclamó.

En segundos, Barnaby cayó y quedó postrado en el suelo. De la piedra de ámbar salió un fulgor amarillo que se introdujó por su piel, contrarrestando así, una sucesión de conjuros maléficos.

Él la miró con una sonrisa sarcástica, podía leer sus pensamientos, estaba asustada y sabía la razón.

Neyra levantó la mano y con el índice, ordenó a la piedra elevarse en el aire hasta posarse en su pecho. A sus pies, el hematófago envuelto en luz ambarina empezó a retorcerse, infinitos rayos de luz tiraron de él hacia todas partes, hasta convertirlo en polvo amarillento y un líquido grisáceo.

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Escribir una historia que en el relato aparezca algún encantador ser de colmillos afilados, dado que nos iremos hasta TRANSILVANIA. 

¡Gracias por leer! ¡Nos vemos en la siguiente entrada!

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