Gym - Inolvidable

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En esta semana veremos qué tan poderoso es el amor y hasta donde se es capaz de llegar por amor… o de destruir por el mismo. ¿La condición? Debe ser un romance paranormal de al menos uno de los integrantes de la pareja. (o el harem ¿para qué limitarse a uno?)

Elián se acercó a ella por detrás y le dio un beso en el oído mientras le acariciaba los senos. Sus manos inquietas repetían caricias por su cuerpo. Un susurro al oído le dijo, —No sabes cuanto me atormentas, Freiah. El perfume en tus cabellos, el sonido de tu risa, la forma de tu cuerpo bajo la ropa cuando te mueves, me hacen recordar cada rincón de tu piel.  

—Te amo, Freiah... más que mi propia vida. 

Sus miradas se encontraron y vio cómo sus ojos se cristalizaron. Con un beso atrapó una lagrima que salía de sus perfectos ojos color azafrán. 

—Yo también te amo, Elián, más de lo que nunca pensé. 

Ella se preguntó qué hora sería. Necesitaba amarlo con todo su ser, necesitaba sentir una vez más algo de él en su interior y olvidarse de todo. Pero por mucho que lo deseaba había otro asunto importante que no podía ignorar: el ritual del eclipse lunar. 

Ella abrió sus deliciosos labios para decir algo, pero él la besó antes de que tuviera ocasión, y la estrechó fuertemente contra su corazón. Estaba a punto de proponerle matrimonio, cuando sintió la extraña sensación de estar siendo observado. Al levantar la cabeza, vio en el espejo que al otro extremo del atelier se erigían tres figuras féminas vampirescas, que lucían muy reales y agresivas sobre un mismo pedestal de ébano. 

—Nunca antes ví esas figuras, ¿son obras tuyas? — preguntó cautivado. 

—Si. Pertenecen a mi primera colección de vampiras. Me las trajeron ayer, estaban en exhibición en el museo de Bucarest. 

Elián invadido por la curiosidad fue hacia ellas. Cuando estuvo cerca, las contempló detenidamente y logró observar que había un espacio vacío entre ellas.  

—¿Qué pasó con la tercera vampirita, cariño? —preguntó, y el eco de su voz viajó hasta perderse en aquella inmensa estancia. «Parece que estuvieran vivas » Pensó. 

Una sofocante sensación de miedo le invadió repentinamente. Quiso retroceder de inmediato pero fue demasiado tarde. De la nada, se encontró bajo la sombra que proyectaba el trío, todo se volvió nublado y cálido, cargado de olor balsámico y amaderado. Estaba atrapado. Él miró a una tras otra mientras Freiah se iba acercando a su madre y hermanas.

—Sshh. No te preocupes, — lo tranquilizó ella, abrazándolo e invadiéndolo con su calor. 

—Qué... ¿Qué pasa amor? — cuestionó con expresión de asombro. 

—Por favor, no preguntes. —lo interrumpió. 

—¿No te das cuenta de lo que pasa?, por favor, piénsalo un momento. — bufó la rubia chupasangre, mostrando sus blancos y mortales colmillos. 

Lilîtu la vampira mayor de cuerpo curvilíneo y labios de coral dio un paso al frente y sonrió de oreja a oreja, mostrando una perfecta hilera de dientes aperlados, que hacían juego con el blanco de sus ojos rasgados y malévolos. 

—Falta poco para que las estrellas formen la constelación, y la luna tenga su anillo completo. Beberemos toda su sangre sin derramar una tan sola gota. Recuerden, debemos ser diligentes para llegar a ser las primeras vampiras de día del clan strigoaicǎ. ¡No le temeremos a la luz del sol ni a los humanos! —dijo, la colosal pervertida sexual. 

—¿Qué demonios... Freya? ¡Yo te amo!

—¡En ese caso, nos amas a todas! - replicó Astryr, — tomamos turnos para ir contigo a la cama, y solo nos alimentamos de tu energía sexual, menos de tu sangre. La necesitábamos para esta ocacion especial. 

—Lo siento mucho, Elián. Pero era necesario para nosotras. —dijo. 

—Llegó la hora. Debemos aprovecharlo al máximo.  —ordenó Lilîtu. 

—Tranquilo amor. Después que todo esto pasé, te alimentaré con mi sangre. — musitó.

—¿Estás hablando en serió? — preguntó, una de las hermanas.  

—Córrecto. — afirmó la joven Freiah. 

—Estás loca... musitó, viendo como volvía a convertirse en vampira.  

—¿Así que no te importa seguir siendo un fútil y abominado murciélago? — cuestionó la rubia. 

Una expresión de tristeza cruzó por el rostro de Freya.

—Me temo que eso no va a ser posible, cariño. —dijo la vampiresa de cabellos color fuego. 

—¿Qué dices, madre? ¡Explica!

—Nuestro cuerpo quedará contaminado por el baño lunar. Tu sangre lo desintegrará en el acto. 

—¡Me engañastes! Dijistes que Elián no correría ningún riesgo. Sabía que no podía confiar en ti. ¡Pero no te saldrás con la tuya!

—Deja de lamentarte, faltan unos segundos.

Elián estaba parado sobre el pedestal junto a ellas, mirándole con la expresión inconsolable de quien ha sido traicionado. La culpa le apretó el pecho. Comenzó a caminar hacia él. Cada quien estaba en su lugar, listas para chupar la sangre según la edad, de menor a mayor. 

—De prisa, comienza a drenar. ¡Es una orden! 

—Perdóname ... —murmuró, mientras apoyaba las manos sobre su pecho y sin darle siquiera un respiro lo empujó, lanzándolo a través de la estancia. En ese instante sin mediar palabra, Freya bajó una enorme caja de cristal que estaba suspendida en el techo, que las dejó atrapadas en su interior, seguido, el rociador automático comenzó a expeler el letal líquido. El mercurio abrasaba la piel de las vampiras como si fuera ácido, deshaciendo sus carnes. 

Sin aliento, Elián se obligó a levantarse y corrió hacia la caja transparente. 

—¡Noooo! .... Freyaaa... —exclamó sollozando, mientras las manos de ambos apoyadas sobre el cristal trataban de hacer contacto, hasta que se fue desintegrando poco a poco. 

Lo último que vio de ella, fueron aquellos ojos color azafrán que tanto amó.

¡Gracias por leer! ¡Nos vemos en la siguiente entrada!

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