—Velhagen no podía respirar. For´núfar usaba su poder para detener que el veneno se siguiera esparciendo por su cuerpo. El guerrero hizo un esfuerzo supremo, intentando conseguir aire, a la vez que agarraba el látigo que le rodeaba el cuello.
—No te muevas, déjame deshacer el hechizo —dijo —. El sacó de su bolso un trozo de corteza y un puñal, lo cortó por la mitad y la retorció hasta mostrar las pequeñas semillas azules que habían dentro.
—¿Qué son? —preguntó el guerrero, lleno de curiosidad. —Semillas del árbol de Juzof. —respondió— con una voz alta y clara. El gnomo inclinó el trozo de corteza, y las semillas cayeron en la palma de su mano. — Mastica tres de estas semillas. —Vamos confía en mí, o morirás asfixiado —.
Velhagen no discutió ni le pidió explicacione.
Tras unos segundos de extrema tensión, devolvió la mirada más tranquila a la cara del gnomo, en los labios de For´núfar se curvó una sonrisa.
—Tomaremos el sendero principal en el otro lado —
— ¿Adónde vamos? —inquirió el gnomo.
—A la aldea más cercana. No estará muy lejos.
For´núfar le lanzó una mirada sombría.
—Debe estar infestada de brujas! —murmuró.
Espolearon los caballos a medio galope mientras cabalgaban en silencio para descender de las colinas y penetrar en la periferia de la aldea. Tenía que encontrar a Yvonnè. Ella era su vida; lo era todo para él. La inteligencia excepcional de aquella mujer le había cautivado desde el primer momento en que la conoció. El recuerdo de sus hermosos ojos verdes, su sonrisa, su contacto, lo obsesionaba. Cada segundo que pasaba era una auténtica pesadilla. Más entrado el día, cuando se aproximaban a la aldea, ellos maniobraron cuidadosamente para quedar en una posición que colocaba el sol tras sus espaldas. Velhagen aminoró el paso y se levantó en los estribos, estirándose para echar una cuidadosa mirada, luego indicó al gnomo que desmontará. Luego ataron sus caballos a los restos de un viejo pino que un rayo había partido en dos.
Desde los silenciosos matorrales observaron a Luciferina cruzar el terreno despejado y situarse en un enorme círculo. No se veía a nadie más. Aquella sensación de cólera bulló a través de ella, una cólera tan terrible que pareció cambiar para siempre algo en su interior. —Allí está Yvonnè —dijo— La princesa estaba atada en un poste de madera, alrededor de ella había una cantidad de huesos y flores. —For´núfar asintió — y tenemos que pasar por su lado si queremos llegar a ella —. —Yo me encargarè de Luciferina y tu de la princesa —. Luego indicó con un ademán la barrera de piedras situada a la izquierda.
El corazón le palpitaba con violencia en el pecho. Si no se concentraba, acabaría atrapado en la magia nigromántica de Luciferina. Velhagen consiguió acercarse, y sus ojos brillaron de odio mientras convocaba la magia sagrada de la diosa Stratüs.
—Préstame tu fuerza, Diosa. ¡Ahora! —.
El poder de Stratüs fluyó dentro del guerrero como un torrente de hierro fundido. Su cuerpo se puso tenso; abultadas venas bermellón surcaban el cuello. Mientras el poder recorría sus miembros, podía sentir cómo su espada Gailck destello rafagas de luz violácea en forma de torbellino.
—¡Te entregaré al Zhamaín de mi clan! —rugió, la expectación hacía que le brillaran los ojos—.
La amenaza anticipó lo que pasaría.
Entonces Luceferina se giró y lo miró asombrada con unos ojos grandes y expresivos que capturaban la atención de cualquiera que los mirara. En el justo momento en que el se le acercó, su mirada se fijó en el medallón de Huginn y Muninn que colgaba de su cuello y que le recordaba al de su madre. Y eso molestó a Velhagen más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Ella abrió la boca y lanzó un largo chillido.
—¿Has venido por ella o por mí? —le preguntó en tono despectivo. La bruja levantó las manos y le mostró sus largas y afiladas garras. No estaba impresionada. Velhagen flexionó las piernas y esperó el ataque de la bruja. Habitualmente no le gustaba utilizar el poder Stratüs que había en su interior, pero ahora lo iba a disfrutar. Su diosa nunca le había fallado.
Un rayo salió de la hoja con brillo azulado y, una miríada de relámpagos se descargó. Las chispas azulinas se expandieron y formaron enormes órbitas que atravesaron el circulo protectivo. Luciferina actuo con rapidez contrarrestando la siguiente descarga de energía que estuvo a punto de golpear su pecho. Velhagen pensó que aquel control de la magia que poseía era sorprendente, sobre todo procediendo de una mujer. Entonces, no tuvo otra opción que echar mano a los aros de Fraxinus Luminis, que se enroscaron alrededor de sus muñecas y tobillos, le ciñeron la cintura y tiraron de ella hacia una esfera gris.
Velhagen esperó, indiferente a la agonía de su cautiva, y vio cómo ella caía de bruces y se retorcía. Tras unos largos segundos, sus movimientos espasmódicos perdieron fuerza y finalmente cesaron, la hechicera se incorporó lentamente y miró, temerosa al guerrero.
—¿Tienes algo que decir? —le preguntó, y ella negó con la cabeza, sin querer levantar la vista y toparse con esa mirada de furor, penetrante del Bärbare. La sangre de la venganza le manchaba hasta la médula de los huesos y le seguía como una sombra hasta la hora en que debía rendir cuentas ante el líder espiritual de su clan.
Mientras tanto, corriendo tan rápido como podía, For´núfar paso a través del circulo de acceso. Sus largas orejas aleteaban tras su cabeza. Cuando se acercaba a la intersección de una callejuela, escuchó un fuerte ruido a su alrededor. ¿Acababa de atravesar un portal? quiso retroceder pero se dio de bruces, donde chocó contra la pared de cristal. Aturdido, el gnomo miró al extremo del pasadizo, donde Yvonnè yacía en silencio en el suelo. —¡For´núfar!— lo llamó Yvonnè —
—¿Estás bien? ¿Estás herida? ¿Dónde están las brujas? ¿Hay engendros por aquí? —exclamó el gnomo, que recorrió con su vista el rostro y la sucia vestimenta de la princesa. —For´núfar, no hagas tantas preguntas y mejor date prisa.
El pequeño gnomo se despabiló y sacó de su bolsillo un puñado de muérdago seco que friccionó con las manos. Luego las sopló y el polvo se tornó en espinazos eléctricos luminosos. Y en menos de una fracción de instante rompió el cristal que cayó en mil pedazos aquí y allá.
—¿Dónde está Velhagen? —preguntó alarmada.
—Junto a Luciferina, majestad —respondió con ansiedad.
—¡Deja de caminar arriba y abajo! Me estás poniendo nerviosa —le pidió ella.
—¡Tenemos que darnos prisa! — replicó, flexionando sus poderosos músculos para la carrera.
— Tenemos que ayudar a Velhagen... aunque espero que no haga falta —.
—Entendido.
Como de mutuo acuerdo, ambos corrieron en la misma dirección que sabían que, Velhagen se enfrentaba a la hechicera.
—¿Y ahora qué piensas hacer?
—Sólo una cosa: vengarme. Y te aseguro que mi venganza es irrevocable.
—¿Qué es lo que harás? Ven anda y dime… —pidió la bruja.
—Tienes una cuenta pendiente y deberás pagar por tus acciones. Mi líder espiritual sabrá el castigo que mereces —respondió con seriedad.
Una pequeña mueca de compasión apareció brevemente en la boca del Bärbare, al ver la pálida piel de la bruja que se estaba tornando púrpura por lo tóxico de los aros. Velhagen se sintió preso de sentimientos contradictorios. Sus recuerdos lo traicionaban, sobre todo, aquellos devaneos con los que estuvo atrapado por años. Detrás de la bruja y Velhagen existió una historia llena de vivencias, de noches de placer, de promesas que le hicieron creer que el amor era posible entre ambos y, que los sentimientos un día serían auténticos, pero no fue así.
A los pocos instantes, se asomó Yvonnè.
—¡La atrapastes, al fin! Esta mujer es muy peligrosa —bufo Yvonnè, consciente de que ése era un momento decisivo para él. Ella lo abrazó y pensó que no habría podido encontrar un hombre mejor que él.
—¡Vaya que ternura! —comentó Luciferina, sus ojos centellearon como el fuego.
—Cambio de planes —anunció Velhagen.
Sin embargo, en ese preciso instante, algo sucedió.
—Estoy contigo en esta nueva avent…
La princesa no pudo acabar la frase. Escucharon un sonido, como un zumbido, muy fuerte y más cerca. Cada vez más cerca. De la nada, surgió una Serpendrako que pasó veloz ante las miradas atónitas de Velhagen, Yvonnè y el gnomo que dieron un paso atrás asombrados. La criatura no los vio, o sólo los ignoró, concentrada en la misión que debía cumplir: Rescatar a Luciferina. Permaneció en el aire por unos segundos antes de que su cola se aferrara a la esfera gris y se la llevara a lo alto de la montaña.
—Nooo, haz algo. ¡No la dejes escapar—le reprochó For´núfar.
—¡Maldición! pudistes utilizar esos poderes que posees en tu espada para detenerla. —le reprochó secamente la princesa.
—Por favor, no ahor... —.
Pero antes de que él Bärbare terminase de pronunciar esas palabras Yvonnè preguntó:
—¿Cuál es la historia entre tú y ella?
—Creí haberlo dicho ya.
—Tocamos un poco de todo, nada explicito.
«Es extraño», pensó. Ella suspiró y les dio la espalda. Pero había algo más en todo aquello. De hecho, la verdadera razón andaba ahora por el camino. La princesa observó la expresión de sus ojos violeta; el guerrero parecía exasperado y, a la vez, triste. Había visto aquélla misma expresión muchas veces.
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