Crónicas de Serendipity

CAPITULO 5


Un grito de horror rasgó el aire y un coro de alaridos le siguió. 

—¡Qué asco! —exclamó Velhagen—. El grito nervioso de Yvonnè le hizo levantar la mirada de la pegajosa porquería oscura que se le había adherido a la mano. 

—No te asustes, es una raiz de arbol ciprés —dijo For´núfar —, haciendo un esfuerzo por no sonreír.

Velhagen miró con atención el raigón en forma de hueso. 

¿Estás bien? —

—Creo que sí —contestó, todavía un poco nerviosa—Pensé que era un hueso de muerto, de verdad.

Ella lanzó un respiro de alivio.


Hilos de luz se filtraban por las densas hojas de los árboles. El paisaje parecía irreal, como si se tratara de un sueño.

—¡Al fin las encontré! —¡Míralas!

Yvonnè había inclinado el rostro, viendo lo que le mostraba Velhagen. Lanzó una exclamación de inmenso estupor. Sus ojos maravillados, incrédulos, se clavaron en aquellas flores que emergían de una raíz negruzca, como una obra maestra de la naturaleza.


—Las Rosas de Şharnlin... —, ¿puedo... puedo tocarlas? —preguntó, incrédula—. 

—No es posible. Antartika me advirtió que solo mis manos deben tocarlas—. Lo siento.

—¡Qué tontería!... —rezongó, malhumorada—.


Unas verdes criaturas correteaban ruidosamente en la maraña de arbustos que había a la derecha. Los pájaros piaban ruidosamente en el cielo, y una ligera brisa hacía crujir las hojas de los cipreses.

—¡Es hora de salir de aquí! —musitó For´núfar.


Tomaron un sendero estrecho entre la alta maleza. La arboleda era menos densa. Corrieron por la orilla de la charca, entre sombras y claros de luz.  Las sandalias se hundían en la tierra pantanosa. 

—¡Eh, ... espera! —dijo ella, al ver unas pálidas mariposas —. Por un momento, se quedó deslumbrada por su iridiscente vuelo, pero pronto el movimiento le delató. Las alevillas empezaron a volar más cerca de ella, en un continuo vaivén, casi hipnótico.

—Cuidado. ¡No las mires directo a los ojos! —exclamó For´núfar, mientras agitaba los brazos —.

—¡Ignoralas y sigue caminando! —le indico Velhagen.

El guerrero le puso una mano en el hombro y empezaron a caminar de nuevo, despacio y uno al lado del otro.


Era entrada la tarde y la luz disminuía con rapidez. En el sur, las nubes lucían de un color gris amenazador, apiladas una sobre otra por la fuerza del viento; los tres se apresuraron hacia los caballos y montaron deprisa. Velhagen tomó la delantera, a paso largo y siguiendo el curso de la senda.


Cuando hubieran dejado atrás el pantano, aún tendrían que cabalgar dos días entre grupos de chozas dispersas y granjas y bordeando praderas. Si todo iba bien en una hora estarían comiendo y bebiendo vino tibio ante una fogata de alguna taberna. 

For´núfar busco en el hueco de su vieja alforja unas raíces de varios colores. 

—¿Quieres probar uno de mis suculentos tubérculos? — preguntó el nano—

—¡Puaj! No es tentador, no.   —dijo con una sonrisa torcida y volteó los ojos.

—Tenemos que llegar al pueblo esta noche—urgió Velhagen.

—¡Yiii-jah! —gritaron ambos al unísono—, después de arrear a los caballos vociferando. Los animales salieron disparados como flechas de arco.


Tras galopar por largo rato, llegaron al pueblo de Lakvera. Velhagen se bajó del caballo y luego lo amarró al tronco de un árbol caído. 

—Es imprescindible dejar descansar a los caballos, ya vengo. 

—¿Adónde vas? —preguntó ella.

—Tu estómago necesita una comida caliente, ¿no es así?

—Si... pero, pensé que íbamos a entrar juntos—.

—No. Puede ser muy peligroso. Yo voy por los alimentos.

—De acuerdo. Pero si necesitas ayuda pídela. 

—Está bien —dijo él, y volvió a emprender el camino hacia la taberna.


Se veía todo tranquilo con pocos clientes aún para la comida del mediodía. Velhagen miró alrededor y pidió una cerveza —. Luego la joven que le sirvió la bebida le obligó a apartar inmediatamente la vista de su cándida belleza. El viejo fornido y grandulón se le quedó mirando. 

—Será mejor que ordene ahora, antes de que llame demasiado la atención—dijo con un gruñido.

—Carne estofada y  potage—ordenó—, y se tomó su cerveza de un trago.


Súbitamente un joven escuálido apareció por detrás de su espalda, con una espada de madera. Tenía una cicatriz en sus pómulos salientes. Velhagen empuñó su daga con un giro de muñeca.

—¡Forastero, detén tu mano! No pretende hacerte daño alguno — gritó la anciana que estaba a unos pasos, con la bandeja en las manos —. Ella colocó dos cuencos y dos jarras de aguamiel en la mesa. 

—Es inofensivo. Solo juega a que es un caballero —refunfuñó el grandulón—. 

El guerrero guardó la daga.

—Se te está enfriando la comida —dijo la joven y esbozó una leve sonrisa—.

—Gracias —murmuro mientras le pagaba los alimentos.


Velhagen se quedó un momento en la puerta y observó a un cuervo negro que daba vueltas como un buitre en el cielo. Luego apartó la mirada de aquella criatura y se dirigió hacia sus compañeros. Tras acomodarse en una vieja mesa situada cerca de la parte posterior dijo: 

—Será mejor darnos prisa. Este lugar es inquietante— advirtió el guerrero.

—¡Carne de ternera estofada! — gritó la princesa, al mismo tiempo que hincó el diente en un pedazo humeante —, pero ¡ay! está caliente!.

—No creo que esta gente vaya a hacernos daño, ¿o si? —dijo For´núfar, con la boca llena de apionabo.

—Vamos, tienes que comer tú también —dijo ella—, chupandose los dedos. Velhagen sonrió y se sirvió una buena ración de carne y potage. 

—Solo remarco que este lugar me disturba—.


A medida que avanzaba la tarde, la multitud fue aumentando. Cada vez eran más los que se detenían a charlar y echar un vistazo al mercado. Los habitantes de la aldea que los observaban desde el otro lado de la valla no parecían tan sonrientes. Yvonnè miró en la dirección opuesta, como si nada de lo que ocurría le interesara y siguió disfrutando del alimento.

—¡Puaj! —No quiero el potage, es repugnante.—dijo escupiendo. 

—Está rica, muy rica —.

—Nada más exquisito que mis tubérculos —masculló For´núfar.

Velhagen, miró al enano, lívido y valiente; luego, sonrió y dijo a la vez que hacía un gesto con la cabeza en señal de agradecimiento:

—Estamos en deuda contigo, For´núfar—.

—Así es —añadió la princesa—, y es un honor para nosotros contar con tu compañía, noble Gnomo del clan Verdularium —.


Enseguida se hizo un silencio absoluto. Al enano le resultó difícil decir no.

—¿Entonces qué...? —preguntó Velhagen, esperando con la paciencia de un pretendiente durante el cortejo.

—Sí, sí. Basta de cháchara —gruñó For´núfar, arrugando la nariz mientras degustaba un tierno rábano —. 

—¡Yuju! No sé cuándo me había sentido tan feliz —. ¿Tan feliz? ¿Qué pasó con la desconfianza que le tenía al pobre enano? El repentino regocijo de Yvonnè sonrojó su tez aperlada. Eso sí, For´núfar había demostrado ser muy fiable y digno de confianza. Seguidamente, con la barriga llena y el corazón contento salieron del pueblo la misma tarde, bajo un frío cielo gris que auguraba lluvia.


Después de su acelerado avance y sin descansar, por fin llegaron al lago de los Cisnes Negros, antes del anochecer como estaba previsto por Velhagen. Yvonnè observo el cielo tachonado de estrellas y el resplandor de la luna, que apenas asomaba en la bóveda oscura, con su luz cálida. Ella sentía que estaban aislados del resto del mundo. Sólo existía Velhagen y ella, sin responsabilidades, en ninguna época concreta. ¿No consistirá en eso la felicidad? A veces se preguntaba. Parecía que el tiempo se había detenido. Sin más. Sin esperar nada en particular.



¡Gracias por leer! ¡Hasta la próxima entrada!
♥♥♥

Comments

  1. Ceuzar puentes colgantes suele ser una experiencia tanto aterradora como emocionante, este trío tiene su carisma.
    Se muy feliz Yessy

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