Crónicas de Serendipity

Esto sólo duró un par de minutos, porque cuando el elfo logró llegar donde se encontraba, éste levantó la cabeza y soltó un rugido gutural que estremeció las paredes del subterráneo. Usküdar percibió cómo Kalfor luchaba por levantarse.  Los gemelos empezaron a flanquear por ambos lados, mientras la Drinfa se concentraba enviando más ondas somníferas para tratar de contener el batir de sus inmensas alas. El dragón estaba enfurecido y con un potente coletazo, partió las columnas rocosas como si fueran de cristal.


Kalfor era demasiado fiero, fuerte y muy peligroso, uno de los más respetados de todos los dragones vivos de las Cavernas de Osbrück. Se rumoreaba en las villas y aldeas, que Kalfor fue un joven muy apuesto, que había seducido a Frëayū, una bella gárgola teriomorfa, muy poderosa. En un maquiavélico plan para arrebatarle su magia y su inmortalidad, este peligroso polimorfo, se transformó en un ser humano, y le tendió una trampa. Kalfor forma parte de una tríada de semidióses malignos, y circula el rumor de que él inventó el idioma secreto de los dragones Astragalus. Se jacta de ser la deidad maligna de mayor poder mientras tenga sometida a Frëayū.


Aïgana se sintió profundamente perturbada, parecía que el hechizo no estaba funcionando correctamente, estaba siendo contrarrestado, pero ¿por quién?. Aïgana intentó convocar un triple de ondas somníferas, y este cayó en último momento, el elfo logro abalanzarse por sorpresa sobre la bestia, mientras una fuerte llamarada salió de sus fauces calcinando las piedras a su alrededor. Un escalofrío recorrió su cuerpo hasta hacerle saltar hacia atrás. Pero no pudo evitar el coletazo cuando el elfo ya había tomado distancia. El crujido de una costilla le hizo gritar de dolor.


—¡Maldita sea! —gritó con toda la potencia de su voz—.


Garth luchaba contra Kalfor; la espada afilada siseaba el aire cuando intentó degollarlo. En ese momento el Dragón extendió sus alas y escupió otra llamarada de fuego hacia ellos, que hizo calentar las espadas y chamuscar levemente sus ropas.


En ese instante, la Drinfa sintió un pinchazo en su mente, que quería paralizar su cerebro. Eran los poderes psiónicos del dragón. —¡Maldición! —exclamó frustrada —. Garth y Zarth lanzaron tajos contra las pezuñas gigantescas que apresaban los pies de Usküdar, pero no consiguieron que la enorme bestia lo soltara. Entonces, los gemelos lo acometieron por ambos lados y le lanzaron salvajes tajos con espadas.


Aïgana no le quedó otra opción que usar uno de los conjuros Rojos. «¡Aja! Esta será tu última llamarada» pensó. Aprovechando su vacilación, ella hizo girar su medallón Kabalistič, un orbe de energía oscura impacto la espalda de Kalfor, mutilando sus alas y brazos. Usküdar se dió la vuelta bajo sus enormes patas y hundió la daga en el pecho. A pesar de las gruesas escamas del animal, su abdomen se abrió de un tajo. Una explosión de sangre salpicó su cara. Sin pensarlo, mientras la sangre emanaba, él apoyó su bota en la pata de Kalfor y trató de zafar el pie derecho de las garras, con ambas manos, pero no con la rapidez suficiente. Enganchado aún a la pezuña, éste, en un último esfuerzo lo arrastró unos metros por el pasillo.


—¡Muévete, rápido antes de que se regenere! —.

—¡Este dragón es diferente a los demás, es más fuerte! —gritó Usküdar—, voy a duplicar la potencia de mi ataque —.


Usküdar arremetió de nuevo, levantó unas piedras y las arrojó al dragón, piedras que se convirtieron en bolas de sombra al golpear. Kalfor cayó hacia atrás mientras el elfo le asestaba otro golpe. La piel del dragón se despellejó. En el acto, una flecha con un símbolo de cobre recto y afilado golpeó en su costado, dejándole una marca con la forma de un pentagrama. Mientras gruñía, Usküdar reunió todas sus fuerzas y lanzó todo su poder. Una vez debilitado lo suficiente, Kalfor se alejó arrastrándose.

—No viajará muy lejos, una vez que se regenere, volverá a buscarnos —murmuró en su turbación.


El elfo guerrero se levantó pero ya estaba exhausto por las batallas y el largo camino. Por suerte, le quedaba un frasco de elixir reparador que su madre le dio unos años atrás. En los últimos meses, su estresada existencia había sido estremecida; frunció el ceño y luego susurró, en voz aún más baja: —Un dragón de lo más desagradable—.


—¿Tu crees que nos buscará? —preguntó Garth con presteza.

—Probablemente —contestó el elfo—, pero yo lo dudo. Es difícil saberlo.

—Por el momento, debemos preocuparnos de Frëayū —añadió Zarth.

—Entonces será mejor que nos pongamos en marcha —dijo Usküdar y se puso de pie.


Una vez más, el elfo Mandrágora iba al frente, empuñando la espada, seguido por Zarth, que maldecía por rasgar y chamuscar su capa negra de piel de oso. Ante la insistencia de Aïgana, Garth iba tras de ella. Esta pequeña Drinfa pertenecía a una tribu de Pixies perdidas llamadas púrpuras, su abuela, conocida como "La hechicera Roja", le había instruido secretos de la Magia Roja del sexto Ojo y de los artrópodos colorados, unas criaturas pequeñitas, pero tan increíbles por sus poderes de magia, defensa y fuerza. Se decía que Aïgana era de carácter inquieto, extravagante, un espíritu rebelde. Le gustaba vagar en compañía de sus dos amigas por las montañas donde sólo moraban cóndores, águilas y otras aves de rapiña; según ella buscaban avispones plateados para ofrendas.


—Quiero darte las gracias, Aïgana —dijo por fin Garth con cierta reticencia.

—¿Por qué?

—Por ayudarme cuando torpemente caí al suelo.

—Garth, cariño —dijo al acercarse—, estamos destinados a convertirnos en hermanos por la ética de las Drinfas Pixies. Mira, me has salvado la vida, soy yo la que estará en deuda contigo. 

El se quedó atónito ante las palabras de la Drinfa. Las reglas de esa ética iban más allá de su comprensión.

—Por eso has luchado por mí.

—Por supuesto —respondió ella con una risa franca—, aunque debo confesarte, con total sinceridad, que no ha sido sólo producto de esa deuda. 

— ¡Ahí está! — vociferó Zarth —, ¡ahí está la maldita entrada! —.


Las caras del grupo vislumbraron, y sus manos apretaron la empuñadura de sus armas.


—¿Dónde estará la recámara real de Frëayū? —.

—Debemos encontrar unos adoquines en el suelo, en forma de diamante.

—¡Esperen un momento, tengo una idea! Enviaré a Tityus. Él nos guiará hasta la dragona —.

Ella sacó de su cinturón una bolsita y la abrió. Dentro había, sobre un forro de piel de conejo, un pequeño escarabajo color carmesí —. 

—¡El escarabajo de la muerte! —exclamó Garth de repente—. De acuerdo a la leyenda si tocas uno, morirás en la próxima luna de sangre que tuviera lugar.

—No tonto —respondió Aïgana —. Luego te explico. Sí.

—¿Eh…! ¡Magia Roja! —exclamó Zarth—. No he oído nunca que alguien la usara. Eres la primera que veo manejarlo —.

—Tengo limitaciones, a decir verdad prosiguió —. Solo mi abuela de la Orden Roja puede ejecutarla a lo máximo contestó la Drinfa —, mientras murmuraba el hechizo heredado, luego puso el pequeño en el suelo, sus patas largas y robustas se movieron rápidamente por el pasillo semi oscuro. Las antenas iban detectando olores en el ambiente. Aïgana se volvió y, mirándolos, preguntó:


—¿Qué esperan... lo seguimos?—gruñó ella —.


Los gemelos miraron a la Drinfa y, como estatuas, quedaron quietos esperando la reacción de Usküdar. Éste pareció impresionarse un poco y quedó tenso, sin saber qué decisión tomar. Sin embargo, sabía que Aïgana no solo era testaruda y caprichosa, sino también valiente y persistente, además podía ejecutar conjuros divinos y sortilegios malignos. Si pudiera quedarse con ella para siempre, daría a su familia lo que pidieran para conservarla. Durante toda su vida había sentido que todos sus sueños se encontraban fuera de su alcance. Se sentía atrapado entre tanta batalla. En sus pensamientos no había cabida para el amor, total para él no era más que un sentimiento que esclaviza. Pensó que también había experimentado mucho respecto al amor, cariño, placer y decepción. No obstante, comenzaba a acariciar la idea en esta aventura, con Aïgana. Esbozó una tibia sonrisa. La furia la disipaba con el contacto de la indómita Drinfa, le daba paz.


Usküdar solo asintió con la cabeza, y salieron corriendo tras Tityus, sin darse cuenta de la figura encapuchada que los veía.


—¡Espera, infame sacrílego! —gruñó Garth —. Mientras salía tras él como si lo persiguiera el diablo.


¡Gracias por leer! ¡Hasta la próxima entrada!

♥♥♥


Comments

  1. Gracias, Yessy por tener esa fantasía que nos transmites en cada entada que haces. Un besazo.

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  2. Love the images you have created and characters too. All the best to these two characters...and their bond.

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  3. Very intriguing. Love the dialogue too. Awesome short!

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  4. Always great to see your writing challenges!

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