Reacciones ocultas

—Háblame de la escuela, ¿cómo te va? —pregunta la madre hecha una furia.

Ella sacude la cabeza.

—¿De nuevo malas calificaciones? ¡Eres una inútil! —, vocifera frente a ella.

Kiara la deja hablando sola y va a encerrarse a su habitación. Se mira al espejo y después de varias lágrimas, se suelta el cabello color púrpura, calmante de su ansiedad. Luego agarra del gabinete una caja de tinte rojo. Necesita un medio de expresión más sugestivo, para sacar al exterior la cólera a través de las flamas de color rojo brillante. Es la unica manera de lidiar con sus estados de ánimo.

A pocas horas de que comenzará la jornada educativa, la típica chica popular enfoca sus bromas pesadas en Kiara. La riña le lleva a una suspensión de dos semanas al romperle la nariz a la causante del hostigamiento.

De regreso a casa. 

—¿Viste como le dejaste la nariz a tu compañera? Ninguna Escuela te quiso aceptar en Chicago. Ya te han expulsado no sé de cuántas … y ¡Mírame cuando te hablo carajo! —.

Llega el día de retornar al colegio y por una extraña razón amanece deprimida y decepcionada. Por ello, decide pintar sus cabellos de color azul. Esa tarde durante el receso, Kiara camina hasta los jardines. Allí se encuentra con un chico alto, pálido, de ropa gótica impecable. Sorprendida y sin mostrar emoción, admira aquel pelo en capas con flequillos teñidos de azul melancólico. El joven advierte su estado de ánimo. Ella lo percibe de la misma manera, con una mirada de complicidad. 

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