Dasha Volkova 1:

Habiendo recibido su asignación del Emperador, Dasha Volkova se dirige con su equipo de investigación a la vía intergaláctica más importante de su planeta para investigar una liga de supervillanos amorfos. 


El equipo pronto se ve atrapado en medio de una lucha psíquica mortal.


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La capitana Dasha Volkova y su tripulación, patrullaban una de las vías intergalácticas más importantes de la Zona Morphopolís. En el trayecto, su nave espacial Trisolaris, es arrastrada por un huracán magnético que la desvía de su ruta a un exoplaneta desconocido.


Volkova decide salir de su nave tras meditarlo varios segundos. Ella inserta el código de seis dígitos en el mando de acceso y acciona la palanca de apertura. La puerta emite un sonido de despresurización e inmediatamente se desliza la compuerta, que lentamente se abre por completo. El extraño planeta fosforescente se abre vasto ante sus ojos.


—¿Sabes dónde estamos?  —pregunta la Capitana.

—No lo sé.  —responde Déux, comandante de seguridad. — El Proid, no encuentra catalogado este exoplaneta. 

—¿Cuáles son las condiciones generales del planeta? 

—Oxígeno, nitrógeno y demás gases respirables. Temperatura entre cero y 40 °  —responde Blondie, leyendo su bioescaner. 

— ¡Activen la protección perimetral en sus trajes biónicos! No sabemos qué sorpresa nos espera. —advierte.


El grupo camina un largo rato, en silencio, por laderas cubiertas de narcisos tridimensionales, hongos y flores multicolores fluorescentes, hasta llegar a un bosque densamente poblado de árboles translúcidos. En un mundo donde la única interrupción eran ellos.


—¡Qué maravilla ecológica! —exclama, la rubia. 

—No te fíes, Blondie. —dice la Capitana de forma críptica.


Repentinamente, un extraño y ominoso zumbido irrumpe en la conversación. Tres coleópteros gigantes con alas de metal caen sobre ellos y se los llevan al palacio de su reina Mäkora, donde son recibidos por una escuadra de guerreras orquidáceas hermafroditas. Los desorbitados ojos de la capitana y sus oficiales se clavan en los cuerpos de rasgos humanos, cubiertos de tépalos azules reflectantes, verdosas hojas elípticas y coronadas de ramilletes en capullos.


—¡Dios mío, capitana! —exclama la cadete —. ¿Qué son esas cosas?

—Eso es lo que yo quisiera saber.

—¡Santa Galaxia! Esto es un paraíso. —exclama, Déux.

—¡Por Júpiter! —añade el cadete Sinner. — Tienes toda razón!


En medio del espectacular panorama aparece Mäkora, una reptiliana robusta, de azul-pardo iridiscente, con un hermoso rostro perfecto y, cuerpo curvado pero grotesco. De su espalda sobresalen dos tentáculos retráctiles. Ella recorre con la mirada a los rehenes, y detiene por un momento sus ojos relampagueantes sobre la capitana.


—Soy Dasha Volkova, capitana de la nave espacial Trisolaris. Exijo una explicación. 

—¿Me estás dando una orden, Capitana?

—¡Estas violando el acto de la Zona Morphopolis, artículo 13, sección 2! —grita el cadete Sinner.


Enseguida la piel de la reptiliana adopta una apariencia verde neon luminosa, luego lanza sus viscosos apéndices sobre su cuerpo precedido por un rugido.


—Lección número uno de este planeta: aquí no se amenaza así. —réplica, mientras Sinner, pegado a sus ventosas lo balancea hacia adelante y hacia atrás.

—¡Suéltalo!  — grita la capitana, mientras intenta activar el sistema de propulsión en su traje. 

—Es inútil. Tus gadgets están neutralizados por mi láser tricromático.


Seguido, su órgano femenino se abre como los pétalos de una flor, y deja ver una caverna luminosa, con diminutos apéndices violáceos segregando un moco pegajoso, y ante la mirada atónita de la capitana, el órgano engulle al cadete en un santiamén. Luego en cuestión de segundos lo defeca en un plasma gris oscuro.


La  reptiliana sonrie desdeñosamente y dice: —Suponía más listo al pequeño engendro humano.


—¡No debiste hacerlo! Le quitastes la vida a uno de mis oficiales y pagarás por ello. 

—No estás en posición de amenazarme, tonta humana. 

¿Maldición, qué quieres de nosotros?  —grita, dando un paso adelante.


—Muy fácil. Tu padre fue un gran científico de clonaciones alienígenas. También sé que tú le ayudabas con tus conocimientos en patología. Por lo tanto, necesito saber cómo eran sus técnicas. Es lo único de tecnología que no he podido descifrar por completo. Tengo en mi laboratorio el ADN del reptiloide Xenithar, desaparecido hace miles de años atrás.


—¡Eso ni pensarlo! ¡Olvidalo!  —la interrumpe.  —Es la especie más agresiva de la constelación del Cisne.

—Por eso mismo. Una feminista necesita todo un ejército para seguir con vida estos días. Tu me vas a mostrar como hacerlo. Quiero mi propio ejército de clones Xenithares, para viajar por el cosmos devorando otros mundos. De lo contrario mis orquidáceas mutantes pasarán a divertirse con tus oficiales. —gruñe, mientras chasquea sus largos dedos.


Tres dróseras híbridas se arrastran sobre sus largos y retorcidos tallos hasta llegar frente a Déux y Blondie. Los pequeños pelos táctiles venenosos se van alargando sobre ellos.


—¡Esta bien, jugare contigo! ¿Por dónde sugieres que comience? 

—Así está mejor. ¡Llévala al laboratorio Räikkön y los oficiales al calabozo! —ordena a su comandante.


El laboratorio Räikkön no estaba lejos. Apenas media hora más tarde, tras dejar la densa vegetación y franjas de rocas azulinas, puede verse en el horizonte, un gigantesco edificio de formas geométricas y dimensiones colosales. La puerta principal se abre y salen varios Escorpiones humanoides, que comienzan a escanear la información de sus neuronas para almacenarlas digitalmente. Una vez captada la muestra, es llevada al laboratorio donde se realizan los experimentos. El portal se cierra a su espalda y la cerradura se bloquea con una nueva combinación.


Ella dudosa pasea la mirada por el enorme recinto de investigación. Allí se encuentra con decenas de criaturas híbridas, en enormes recipientes de cristal cilíndricos con la cabeza hacia abajo y los pies para arriba. Había de todo: dríadas, ninfas, gnomos, elfas, sílfides, hasta una banshee.



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