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| Equilibrium | El Tintero de Oro | Relato |

—¿Dónde estás Drác? Hey, ¿dónde te has metido? 

Lo perseguía por todo el castillo, ya que conocía todos los pasadizos solitarios y las cuevas en el jardín, donde solía esconderse. Las peleas eran frecuentes, porque él se negaba a gastar más en cirugías. 

—Drácula ....! No me hagas enfadar, ¿quieres salir de una buena vez?. 

El vampiro de mal genio abrió la boca con gesto cruel para mostrar los colmillos. 

—Cierra esa bocaza, ¡no me asustas! Y deja el maldito celular por un segundo. 

—¿Qué pasa, por qué gritas?

—¿De qué hablas tanto por Whatsapp con tus amigos? 

—Cosas triviales. 

—¡Mientes! 

Drácula se acercó a ella, amenazante.

—¡Entonces, te diré la verdad! Hablamos de las fiestas de máscaras y de la vampira gótica que ayuda a calmar la migraña, originada por el estrés que causan las esposas,

Las pupilas de Caperuza chispearon de cólera y sus bellas mejillas se encendieron de indignación. 

—¡Qué descaro! ya no asistirás a las reuniones de los lunes y miércoles con tus amigotes.  

—¡Un momento!, yo tengo derecho a mis actividades recreativas. 

—Y yo te recuerdo que en el artículo ocho de la Declaración de Draculinas proclamada en Transilvania en 1800, tengo el derecho al bienestar físico, mental y emocional. Así que, te quedas con las ganas. ¡La cena está servida!

¡Maldita era su estampa! como un Drácula de buena estirpe podría estar sumergido en esta situación. Para empeorar las cosas, hacía ¡meses! meses enteros que no había ningún tipo de contacto sexual entre ellos. El interior del hermoso ataúd cubierto con tela púrpura, ya no olia a sexo, a sudor y morbo, ahora estaba cubierto de enormes telarañas con una peste a hongo fétido.

Cuando llegaron a la mesa del comedor.   

—Maldición, ¿qué es esto? Yo quiero sangre, sangre fresca, ¡no esta porquería!  

—¿Eh? Son morcillas alemanas, las más caras. —

Movido por la ira se levantó con inusitada agilidad y agarró a Caperuza por la garganta.

—¡Quiero cenar sangre fresca y eso vamos a cenar!

Ella ya no podía morder. ¡Se extrajo el par de colmillos! Todo por estar obsesionada con verse bien y tomarse selfies, lo peor que él no lo sabía. Se quedó en silencio por varios segundos, tenía que pensar. No se le vino otra cosa que levantar su faldita, para que viera su bello sexo depilado; su capa roja carmín cayo en un vuelo diafano. Los enormes ojos iracundos del vampiro escrutaron por unos segundos la protuberancia que había entre sus piernas.

—¿Tienes hambre? ¿Quieres comer mis magdalenas?

Sus pupilas se contrajeron devolviendo a sus ojos el habitual color marrón. Caperuza tenía que convencerlo o tendría que decirle adiós a su nueva operación de tetas. Se acercó a su oído con voz melosa y sugestiva. Los pechos, firmes y sin la barrera de un sujetador, rozaron el ancho pecho de Drácula. 

Se preguntaba,¿Por qué no copular con él? Total ya había disfrutado mucho en aquellos lujuriosos bailes de máscaras en sus escapadas clandestinas. Mientras pensaba, el vampiro le dio un beso apasionado, haciéndole volver a la situación real. En ese momento no pudo evitar excitarse. Sin pensarlo dos veces, en un arranque de pasión insólita se amaron como dos adolescentes, salvajemente. El hematófago sonrió, sólo de recordar las noches de pasión, que sostuvo con aquella fogosa vampira gótica.

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