Dexter

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DEMONIOS Y ANGELES



Debra Morgan había terminado su trabajo, y mientras manejaba camino a su casa, reflexionaba sobre el caso de “las cabezas pelirrojas”. Pensaba también, que si ella llegase a atrapar a este asesino en serie, ganaría el ascenso que por tantos años había estado esperando.


Entre analizar y razonar la cantidad de pistas que tenía en sus manos, se le fue el tiempo rápido. Debra estaciono su carro, y salió apresuradamente. Cuando atravesó la puerta principal, se vio sorprendida al encontrar la casa saboteada, sacó su pistola y encendió la luz del vestíbulo, tiró su bolso sobre el sofá y giró la cabeza apuntando de izquierda a derecha. Tan silenciosamente como pudo, logró llegar hasta la inmensa sala familiar. Sus ojos se abrieron como bolas de golf, al observar que había sido víctima de un vandalismo.


En una de las esquinas, estaba una estantería llena de libros viejos, la mayoría yacían regados por el piso. A la derecha, su visión la llevó a la pared frente a ella, encima de una chimenea inmensa que estaba encendida, había un frasco de cristal con dos ojos, en la etiqueta estaba escrito: “Dexter Morgan” La sangre que trazaban las letras, se deslizaban hasta llegar a los retratos familiares que adornaban con elegancia dicha estancia.


Debra se detuvo y miró hacia atrás, al fondo de la sala pudo observar que las gavetas de la antigua cómoda estaban abiertas; y una pequeña caja de metal que estaba adentro había sido forzada, las señales eran evidentes. Contempló el desorden algunos segundos con el más absoluto asombro.


- Pero esto es … imposible. - pensó, con desconcierto y confusión en el rostro.


De pronto, escuchó un ruido en la cocina, que la hizo mirar atrás, su corazón palpitaba fuertemente, camino por el pasillo sigilosamente hasta llegar a la puerta que abrió de un solo golpe. Sudando ya profusamente, sus manos se aferraban a su arma de servicio. Sus venas palpitaban de tal fuerza que las sentía bailar en sus sienes. Un olor fétido inundaba el aire pesado de pared a pared y, apresurando los pasos corrió a encender el succionador de aire. Debra descubrió que en el horno había una cabeza humana semi tostada, pensó que vomitaría de inmediato.


- ¡Diablos! - exclamó con repugnancia y asombro.


Durante algunos minutos fue incapaz de moverse, mientras miraba con horror el salvajismo. Después de escudriñar la casa, recuperándose un tanto, sacó el celular de su pantalón e hizo un llamado telefónico.


- Dexter, ven pronto a casa. - se apresuró a decir.





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